martes, 4 de febrero de 2020

Acerca de "Rayuela" de Julio Cortázar




Rayuela es Horacio Oliveira y Oliveira es el buscavidas más intelectual del mundo. Apenas tiene techo y comida pero su mayor preocupación está en satisfacer las necesidades de su intelecto, en París o en Buenos Aires (su ciudad natal), las dos capitales en las que reside y que queda registrado en las dos primeras partes de la novela, “Del Lado de Allá” y “Del Lado de Acá” respectivamente. Leído así, primero una parte y luego otra, capítulo tras capítulo siguiente, el lector tendrá toda la información suficiente sobre la historia de la novela pero su autor, Julio Cortázar, ya lo señala en la primera página que existe una segunda forma de lectura y anticipa que hay “más novela” pasada las tres pequeñas estrellas que simbolizan el “final”. Aquello adicional es la tercera parte, “De Otros Lados” que, para que no quede duda, el autor subtitula entre paréntesis como “Capítulos prescindibles”. Y sí que lo son si se piensa leerlos después de las partes que los anteceden: simplemente serían incomprensibles, porque tienen la función específica de entrelazarse con los capítulos de los dos primeras partes para complementarlas a modo de largos epígrafes o para añadirles más a la historia ramificándola y llevando al lector por caminos desconcertantes. Impaciente y aprovechando el “permiso” de Cortázar en mi primera lectura, cuando tenía 18, prescindí de esa tercera parte y me concentré en seguir solo la historia principal. Y quedé satisfecho. Ahora, 20 años después, la leí sin privarme de nada, como fue la verdadera intención de Cortázar, siguiendo el orden de capítulos que él, en la primera página, establece en su Guía de Navegación.
Pero Rayuela es también la Maga, novia de Oliveira en los tiempos de París algo que sorprende por la aparente falta de compatibilidad de caracteres. Mientras que Oliveira vive inmerso en sus dilemas intelectuales, las preocupaciones de la Maga son más terrenales y cotidianas por cuestiones de supervivencia, y más que por ella misma, por su bebé Rocamadour producto de una relación pasada. Igual la Maga mantiene el deseo de aprender de Horacio a la vez que ella se convierte en el ancla a la realidad que él, sin saberlo, necesita. Ese intercambio es la piedra angular de su relación lo que no significa que sea fácil; las diferencias entre ambos son obvias y se hacen más palpables cuando están los dos solos pero menos molestas rodeados de los amigos de Horacio que juntos se hacen llamar el Club de la Serpiente, en donde, reunidos en algún cuartucho parisino, bebiendo vino o mate, fumando centenares de cigarros y escuchando jazz, discuten temas “importantes”: artes, literatura, filosofía… Estas discusiones pueden poner en aprietos al lector porque le exigen reflexión y esto no es casualidad: un tema recurrente en esas reuniones es el análisis de los textos de Morelli, un escritor de culto, y en uno de esos textos el escritor señala su intención de escribir novelas que no sean asimiladas con una simple (pasiva) lectura de parte de lector sino que éste debe participar más. Y a medio camino entre las personalidades y ambiciones de la Maga y los miembros del club están Talita y Traveler, pareja de casados cuya vida humilde pero ordenada se ve alterada por el caos de su viejo amigo Horacio cuando regresa a Bueno Aires.
No es por gusto su título: Rayuela es un juego, la novela es un juego, pero por debajo de su estructura lúdica (párrafos entrecruzados, lenguaje inventado, la guía de navegación, etc.) está una base construida con las técnicas y herramientas de un magnífico narrador, y afortunadamente ese estado puro se manifiesta también por momentos en los que Cortázar deja de lado artificios y experimentos y desarrolla la historia con una narración tradicional, usando su voz o la de otros personajes  como en los eventos alrededor de un recital de piano (capítulo 23) o en la carta de la Maga a Rocamadour (capítulo 32). Los matices y sutilezas están ahí, escondidas tras una bruma que tal vez solo sea posible despejar del todo con varias relecturas que no deben tomarse como si se tratara de una pesada tarea académica sino como una promesa de que hay sorpresas por descubrir. Ya es cuestión de hallarles el tiempo suficiente a sus casi 600 páginas pero vale la pena.

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