domingo, 11 de abril de 2021

Acerca de Haikyuu y otros animes deportivos



Llevo casi 3 décadas viendo anime, tiempo en el que he visto robots gigantes pelear contra monstruos del mismo o de mayor tamaño, a humanos y otros seres no humanos usar vestimentas y armas mágicas, y al héroe vencer al villano con algún tipo de descarga de energía luminosa y colorida, y aun así, el momento más épico de todos, para mí, proviene de un partido de volleyball de un cotidiano torneo colegial. Haikyuu, temporada 3, episodio 4. Sí, es un anime sobre volleyball, y sí, obviamente, es un anime que pertenece al género deportivo, género que no es tan popular como otros porque transcurre en un contexto real de simples individuos que no tienen la ambición de salvar o conquistar al mundo sino la de ganar trofeos y medallas.

Si has visto este tipo de animes seguro me dirás que de realistas no tienen nada, y es cierto, pero sin importar que tan exagerados puedan ser sus momentos de acción, no lo son tanto comparado con un kame-kame-ha y otras técnicas de pelea de Gokú, por ejemplo. Y si no has visto ningún anime deportivo te cuento que una patada a una pelota, un golpe con raqueta u otra situación normal de cualquier deporte es mucho más que eso, son situaciones de vida o muerte en el que el cielo se oscurece, al aura del deportista resplandece y el tiempo se ralentiza tanto que los involucrados pueden pensar en estrategias inmediatas y reflexionar sobre sus vidas. Entonces el deportista finalmente ejecuta su movimiento que por supuesto es inhumano y desafía las leyes de la física. ¿Son situaciones que rompen el realismo? Pues sí, y tal vez esa inconsistencia sea otra razón para desanimar a muchos de ver estas series… No en mi caso.

Crecí viendo Supercampeones, el anime deportivo por excelencia (porque el fútbol es el deporte más popular que existe) e incluso siendo niños, edad en la que uno pasa por alto muchos de los sinsentidos que ve en la tv, a mis amigos y mí nos parecían ridículas varias de sus jugadas. Y aun así Supercampeones era casi una religión para nosotros. Nos burlábamos de lo que hacían sus personajes en la cancha y al mismo tiempo cuando jugábamos fútbol tratábamos de imitarlos de alguna forma u otra. En un capítulo Oliver, el niño protagonista, jugando en la calle con sus amigos le da un pase perfecto a uno de ellos  pasándole el balón por debajo de un camión en movimiento. Y sucedió un día que traté de hacer lo mismo solo que una de las llantas del vehículo aplastó el balón, causó un estruendo que pareció una bomba, el conductor se detuvo, y todos los que estábamos ahí salimos disparados.

Oliver era un genio. Yo todo lo contrario. Ryoma, de El Príncipe del Tenis (otro anime deportivo), también era un niño prodigio. Quien no lo es, rompiendo un poco con la tradición de protagonistas genios, pero está a medio camino, es Hinata, el personaje principal de Haikyuu, un colegial peli-naranja con más pasión por el volleyball que talento (y altura),  pero es justamente esa pasión manifestada en ganas de aprender y mejorar que le darán un puesto, con el número 10, en el equipo de su colegio, Karasuno. Por supuesto él también tiene su antagonista pero rompiendo otra vez con la tradición su mayor rival no está en otro colegio sino que es un compañero de equipo. Su apellido es Kageyama, el número 9, y es simplemente mejor jugador que Hinata. Kageyama, serio y estricto, acorde con su personalidad, le hará notar a Hinata sus deficiencias. Hinata, risueño la mayor parte del tiempo, no tomará a bien muchos de esos comentarios, y ese conflicto será la dinámica de su relación. Y la dinámica de todo el equipo en general, que producirá momentos tensos y cómicos, en donde todos están dispuesto a soportar lo necesario con tal de mejorar como equipo y el resultado será una unidad balanceada en la que cada miembro tendrá por igual su oportunidad de brillar y cada victoria se sentirá como un verdadero esfuerzos grupal y no un milagro del protagonista.

Espero que todos esas experiencias vividas no sean producto de la imaginación de un Hinata hospitalizado y sin piernas, como pasó con Oliver, o al menos eso dice la leyenda urbana… Es broma. Lo que no es broma y sí es algo muy cierto es la emoción y suspenso que se vive en cada partido de Karasuno y aquí tengo que regresar a aquello de sus situaciones exageradas, que si bien lo son, se cometería un error de juzgarlas como situaciones aisladas. En otras palabras se trata de apreciarlas dentro del contexto en el que suceden y entonces quedará claro que los gritos, el detenimiento del tiempo, los movimiento inhumanos y la física imposible no son más que medios para catalizar los ánimos del espectador, y Haikyuu lo consigue con soberbia. ¡Nunca antes había estado tan enganchado a partidos de volleyball! Un deporte que no es de mis favoritos. Quién sabe si no fuera por la pandemia mis amigos y yo nos hubiéramos animado a practicarlo un poco como nos sucedió  con El Príncipe del Tenis, siendo este anime el responsable de que fuéramos el hazmereir en clubes de tenis porque nunca le dábamos a la pelota y cuando sí la misma salía disparada fuera de las instalaciones para el asombro y risas de quienes, dejando un rato sus partidos de lado, se acercaban a ver el nuestro.

Queda claro lo contento que me dejó Haikyuu y una confirmación involuntaria de ello es que días después de haber visto el último episodio empiezan a aparecer aleatoriamente en mi mente flashbacks con sus mejores momentos. Último episodio que por cierto no lo es. Lo creí al ver que en Crunchyroll había 4 temporadas y lo relacioné con el hecho de que el manga ya había concluído en su totalidad. Pues resulta que al anime le falta mucho más por contar lo que me genera sentimientos encontrados. Si bien por un lado me alegra saber que en el futuro veré más episodios, por otro, por culpa de Netflix que me ha mal acostumbrado a maratonear una serie en estreno en un par de días, lamento que las siguientes temporadas de Haikyuu las tendré que consumir un capítulo por semana. ¿Hago caso a mi impaciencia y empiezo a leer el manga? Tentador, tanto como adquirir una camiseta de Karasuno.


***