domingo, 22 de abril de 2018

Acerca de "Loving Vincent"




“¿Quién soy yo en los ojos de lo demás? Un don-nadie, un fantasma, una presencia desagradable. Alguien que no tiene ni tendrá ningún lugar en la sociedad. En otras palabras, lo más bajo de lo bajo. Bueno, entonces, aunque esa sea la absoluta verdad, algún día quiero mostrar por mi trabajo lo que este don-nadie, este fantasma, tiene en su corazón.”
(De Vincent van Gogh a su hermano Theo)

Solo dos cosas sabía de "Loving Vincent" antes de empezar a verla. La primera era que había sido nominada a mejor película animada en los Oscars del 2018. La segunda, que no era un película animada convencional. ¿A qué me refiero con convencional? Pues a trazos 2d hechos a mano, polígonos 3d hechos en computadora, hasta "stop motion" (como en las películas de “Wallace And Gromit”). "Loving Vincent" se acerca más al primer tipo solo que cada cuadro de animación es literalmente un cuadro de los que uno podría colgar en alguna pared de su casa, es decir que están pintados por un artista sobre un lienzo utilizando las herramientas y técnicas propias de un estilo determinado. Y en este caso el estilo es el de Vincent van Gogh.
Por ello, por el título y por el estilo, lo adicional que sabía, no de antemano pero sí por simple deducción, era que esta película trataba sobre el pintor holandés.
Así que es biográfica, aunque no del tipo que abarca desde el nacimiento hasta la muerte del individuo, sino del que se enfoca en una época de su vida. En este caso los meses previos a su suicidio, solo que cuando empieza la película Van Gogh ya lleva fallecido un año. Y Theo van Gogh seis meses. Menciono a su hermano porque la premisa de la historia es que un cartero entrado en años, llamado Joseph Roulin, quien fuera amigo de Vincent, ha encontrado una carta de éste no enviada a Theo (con quien intercambiaba correspondencia prácticamente a diario) y le pide a su joven hijo, Armand Roulin, que haga todo lo posible (como cumpliéndole al fallecido pintor un último e implícito deseo) para que la carta llegue a las manos del hermano, a quien creen vivo pero cuya dirección actual desconocen. Averiguar esa dirección, que eventualmente sería lo mismo que averiguar la de la viuda de Theo van Gogh, llevará al hijo de cartero al sur de Francia, a una pequeña villa donde Vincent pasó sus últimas semanas. Ahí Armand conversará con varios residentes cuyos recuerdos sobre Vincent son representados a través de flashbacks.
Entonce son los flashback el principal recurso narrativo pero lo interesante, e inesperado, es que no sólo se usan para contar pasajes de la vida de Vincent, se usan además como piezas de un rompecabezas a resolver: el fallecimiento del pintor. La recolección de recuerdos harán que Armand empiece a dudar si lo de Vincent fue en verdad un suicidio (como aseguraron las noticias en su momento) al notar contradicciones en lo que cada uno de sus entrevistados le cuenta. ¿Mienten o sus recuerdos distorsionan la realidad? Para averiguarlo, para saber en quién puede confiar y en quien no, Armand prácticamente las hará de detective en esa villa, dándole a la película un inesperado toque de misterio.
En fin que la historia (triste, misteriosa, reflexiva) tiene mucho que ofrecer, así que afortunadamente la película no peca de ser “más estilo que sustancia”, pecado típico de las producciones que tienen un aspecto visual impactante. Igual no se puede negar que sí existe la tentación de olvidarse de la historia por unos instantes, hacer pausa, y apreciar con más detenimiento una que otra toma cinematográfica en ese breve intervalo de tiempo. Pero este efecto secundario es mínimo porque no sucede que el aspecto visual y narrativo estén aislados el uno del otro (lo que llevaría a una apreciación separada) sino todo lo contrario: en "Loving Vincent" el arte de Van Gogh "nutre" a la historia y está tan presente en ella que mucho de lo que se ve y que se oye, personajes, situaciones, escenas, son inspiraciones directas de muchas de sus pinturas.
Esta película es un bello y melancólico homenaje de 90 minutos a uno de los pioneros del arte moderno y no hay que ser un experto en pintura ni en cine para apreciarlo y disfrutarlo.

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domingo, 8 de abril de 2018

Acerca de "Sherlock Holmes Anotado" (edición de Leslie S. Kingler)



Sin necesidad de ser un experto detective, como Sherlock Holmes justamente, uno ya se puede ir dando cuenta de lo que contiene esta edición (a cargo de Leslie S. Kingler) con solo leer el título, el cual lleva su nombre más el adjetivo “anotado”. Sí, contiene todo lo que su creador, sir Arthur Conan Doyle, ha escrito sobre él (en el género de narrativa): las 61 historias, 4 novelas y 57 relatos, repartidas en 3 tomos de tapa dura que a su vez llevan los títulos de “Las Novelas”, “Relatos I” y “Relatos II”; más, por supuesto, anotaciones, infinidad de ellas y por todos lados, y que están adecuadamente bien desplegadas en los márgenes laterales para su fácil acceso y lectura. Menos obvio es que también contiene todos y cada uno de las ilustraciones de Sidney Paget que acompañaron a las primeras publicaciones de estas historias en la Strand Magazine allá en Londrés a finales del siglo XIX y a lo largo de las primeras décadas del siglo XX. Estas ilustraciones para mí son parte fundamental de este universo en especial porque lo primero que leí de Sherlock Holmes (tenía 12 años entonces) venía con esas imágenes (era un pequeño libro de tapa blanca de una colección que tal vez recuerdes: “Biblioteca de Aventura y Misterio”); lamentablemente pocas colecciones o antologías en la actualidad las incluyen. Ni esas ni de cualquier otro tipo o por otros ilustradores pero que en estos 3 tomos también lo están (como las que acompañaron a las primeras ediciones en Alemania o Estados Unidos) y que cumplen siempre la misma función de representar varias de las situaciones que se narran. Por el lado de las anotaciones estas también tienen su buena dosis gráfica: mapas, diagramas, portadas de libros, y fotografías de la inglaterra victoriana, lo que en su conjunto contribuyen a las anotaciones a cumplir su principal función que es la de contextualizar el mundo y época de Sherlock Holmes.
Y también están algunos artículos al final de ciertos relatos (a modo de complemento directo), así como fragmentos de análisis sacados de otros libros o provenientes de otros autores. Hasta cierto punto con solo ver lo voluminoso de cada tomo (que en su conjunto suman miles de páginas) uno puede esperar que haya de todo, hasta lo inimaginable. Para mí lo inimaginable fue lo incisivo que podían ser varios de los analistas. Se dice que a veces se critica lo que más se ama y acá hay muchos buenos ejemplos de ello porque es obvio que cada uno de los autores contribuyentes en estos análisis aman tanto el universo sherlockiano que lo han estudiado hasta el último detalle y por ello son capaces de identificar imprecisiones, y criticar por ello, a veces con dureza, las acciones del detective, tachando de ilógicas algunas de sus deducciones o poniendo en duda su capacidad moral en la forma de afrontar algunos de sus casos (como aquellos en los que se comete un crimen por una “buena causa” o en los que Holmes parece más interesado en demostrar cuán inteligente es sin importarle poner en peligro la seguridad de otros).
No estaba preparado para esto y es algo que me genera sentimientos encontrados. Porque si bien estas apreciaciones son más que interesantes y esclarecedoras, al final lo que sucede es que se desmitifica al personaje, aunque no al punto de degradarlo sino de mostrarlo más real que legendario. En parte esto es coherente con el enfoque común asumido por estos analistas quienes estudian a Sherlock Holmes como si se tratase de alguien de carne y hueso y no como un “simple” personaje literario, esforzándose en tal sentido de incluso querer otorgarle una ficha biográfica con lugares y fechas exactas, calculando datos cuando las historias en ese aspecto son imprecisas o ambiguas; historias que por supuesto, en este enfoque, sí han sido escritas por el doctor Watson y en donde Sir Arthur Conan Doyle solo cumplió el rol de editor. Pero en fin, que tanto “realismo” termina afectando la imagen que, proveniente de mi adolescencia, tenía de el detective de Baker Street, la de alguien inteligentísimo e infalible, cuyas deducciones me parecían tan perfectas que jamás se me habría ocurrido cuestionarlas. Esa imagen se me desdibuja un poco, pero que no quede duda que lo sigo queriendo y admirando pero ahora más como lo que creo que verdaderamente representa (aunque no sé si esta haya sido la intención de su creador), como abanderado de un medio para satisfacer ansias de aventura desde la comodidad de cualquier sillón, ansias dispuestas a pasar por alto una que otra inexactitud.
En conclusión, asumiendo por un momento que está al alcance de todos, “Sherlock Holmes Anotado” no es recomendable para quienes no hayan leído nada este personaje y quieran dar sus primeros pasos dentro de su universo; para ellos  lo mejor es (y estaría más a la mano) cualquier antología. Pienso que los editores al preparar esta colección, el público que tenían en mente es aquel que ya haya pasado por todas sus historias, cortas y largas, y quiera darle una relectura  que no se quede en lo nostálgico sino que le aporte más, y que tenga la suficiente mente abierta para plantearse nuevos puntos de vista que tal vez trastoquen algunos recuerdos de juventud.

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