lunes, 19 de junio de 2017

Acerca de “Hotline Miami” y “Hotline Miami 2: Wrong Number”




Casi me rindo, casi, mientras jugaba “Hotline Miami”. Afortunadamente no lo hice porque me hubiera perdido la experiencia completa que ofrece este juego y que se prolonga con su secuela, “Hotline Miami 2: Wrong Number”, el cual jugué de inmediato apenas terminé el primero porque así de mucho me gustó. Claro, ahora qué fácil es para mí afirmar eso luego de las múltiples, casi incontables veces que lo odié por su mecánica inmisericorde; definitivamente es el juego que me ha hecho decir más lisuras en toda mi vida. La mecánica (y me refiero a los dos juegos en general) es en esencia la de cualquier “top down shooter” de PC, es decir, desde una vista superior de 90 grados se controla al protagonista desplazándolo con las teclas WASD y se apunta y dispara con el mouse. Esa es la parte clásica. Lo no tan tradicional es que aparte de armas de fuego se puede usar otro tipo de armas que van desde bates de baseball hasta espadas de samurai, o incluso, si se está desarmado, las manos. Y este arsenal está a disposición tanto para el protagonista como para sus enemigos, y obvio, son armas para matar, pero de qué forma: la escopeta puede volar sesos y dejar pedacitos desperdigados, la espada puede abrir vientres y desparramar tripas, las manos pueden estrangular y golpear una cabeza contra el piso hasta hacerla añicos… mientras los cadáveres ensangrentados van quedando esparcidos por todos lados: la vieja y clásica ultraviolencia. Pero no me refería a esto cuando califiqué esta mecánica como inmisericorde. Lo que pasa es que el protagonista no tiene “barra de vida” o “corazones” que disminuyan con cada daño. No. Aquí al primer daño que reciba el protagonista ya está muerto y la frase “Presiona R para reiniciar” aparecerá. Esto las primeras veces puede causar gracia pero con cada repetición se irá convirtiendo en una frustración cada vez más difícil de soportar.
Mucho tiene que ver el diseño de los niveles en sí. Cada nivel es la representación de un piso de algún tipo de edificio con sus habitaciones y pasadizos, y es en estos espacios por donde deambulan los enemigos. El objetivo del protagonista es matar a todos los que encuentre para pasar al siguiente nivel, pero sólo puede portar una sola arma y si es de fuego, con munición muy limitada, aunque tiene a su disposición las que sus enemigos vayan dejando. Se deduce que el protagonista no debe simplemente entrar a una zona y empezar una masacre; en este juego no duraría ni 10 segundos, aquí tiene que ir con cuidado, matando de a pocos y evitando llamar la atención de otros. Y cuando digo otros me refiero en especial a los muchos enemigos que el protagonista sabe o no que existen porque su rango de visión es limitada y tampoco el juego te avisa previamente a cuántos tienes que eliminar. Entonces puede pasar, como me pasó a mí tantas veces, que luego de matar al número 20 creyendo que era el último, de pronto de una esquina, por donde el protagonista no había pasado antes, aparezca un enemigo y acabe contigo. “Presiona R para reiniciar” y de vuelta a la entrada del maldito nivel.
¿Es un error de diseño? No. Es obvio que el juego está diseñado para que mueras y aprendas así, a la mala, y es la sensación de ir aprendiendo la que justamente hizo que no me rindiera porque reiniciaba pensando “ok, ahora sí sé como pasar este nivel”, aunque muchas veces no era del todo cierto.
Otros aspectos que me motivaron a seguir es la presentación del juego: su audio electrónico, sus gráficos retro, la forma de contar su “fumada” historia. Todo en conjuntos es pura psicodelia, pero no la que agobia sino de la buena, la que complace realmente a los sentidos. Basta con escuchar la música que acompaña a la pantalla inicial del primer juego para darse cuenta de ello y querer darle al botón play inmediatamente y empezar a jugar, aunque a veces me he dado el gusto de dejarla sonar por algunos minutos.
Básicamente todo lo escrito aplica para ambos juegos. Las diferencias son pocas pero siempre a favor de la segunda que le añade un par de acciones más al protagonista, su historia no sólo continúa la primera sino que además la expande, y contribuye con más elementos a enriquecer su universo. Espero que alguna vez haya una tercera parte.

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Música del main menú del primer "Hotline Miami"

lunes, 12 de junio de 2017

Acerca de “Retratos Y Encuentros” de Gay Talese



La crónica que inicia la colección “Retratos Y Encuentros” es acerca de la ciudad de Nueva York, y tal vez por eso, por no tratarse de alguien de carne y hueso, como en el resto de crónicas, la considero más como una introducción al libro que su verdadero punto de arranque. Es un buen aperitivo, sí, que como tal, lo deja a uno con ganas de más, pero no es el gancho o el single si se tratara de un disco. Afortunadamente, para mí, no tuve que esperar mucho para encontrar aquello, y pongo énfasis en ese “para mí” porque soy fan del siguiente protagonista, ahora sí de carne y hueso: Frank Sinatra. Esta segunda crónica es la mejor de todas, claro que tal vez no esté siendo muy objetivo. ¿Qué pasaría con el lector que ni le va ni le viene Sinatra? ¿Le interesaría, como a mí, una crónica sobre cómo le afecta un resfriado? Creo que ese lector empezaría leyendo el texto con ciertas reservas pero terminaría enganchado igual por lo bien que está escrito, y esto por supuesto ya es virtud de su autor, de esta y de las más de 10 crónicas de la colección, Gay Talese.
Y la calidad de su pluma se mantiene en todo el resto del libro. Si unas crónicas gustan más y otras menos es mera cuestión de intereses. Por ejemplo, el baseball nunca me ha interesado así que la crónica dedicada a un maduro y retirado Joe DiMaggio me dejó frío, salvo por la breve referencia a su matrimonio, también breve, con Marilyn Monroe décadas atrás. Lo mismo con el box y boxeadores desconocidos para mí. Aunque si se trata de Muhammad Alí (¿quién no conoce a Alí o nunca ha oído de él?) por supuesto que leeré con placer sobre un viaje suyo a Cuba.
Pero no todos los protagonistas son celebridades de la talla de Alí o de Fidel Castro (quienes se reúnen en aquel viaje). Dos de mis crónicas favoritas son acerca de personas cuyos nombres no levantarán ni una ceja de nadie pero que tienen oficios tan poco comunes o les deparan circunstancias tan sui géneris que cualquier curioso querría saber más de sus vidas. Como la del editor de obituarios del New York Times quien, entre otras cosas, ya tiene escritas las notas necrológicas de muchas celebridades aún con vida, listas para publicar, previa rápida actualización de datos, apenas sea necesario. O la del sastre en problemas por culpa de su adolescente aprendiz, porque horas antes de la visita de su más ilustre, peligroso y vanidoso cliente, un jefe de la mafia, el nuevo traje a entregar ha sido dañado por aquel pupilo, nada menos que el futuro padre del autor de estas crónicas.
También las hay autobiográficas las cuales disfrutarán especialmente quienes soñamos con poder vivir de esto, o sea, escribir, y queramos enterarnos de los inicios en este oficio de cualquier escritor merecidamente consagrado como lo es Gay Talese.
Si no has leído nada de él esta antología es un buen punto de partida antes de adentrarse a sus crónicas o reportajes mucho más extensos.
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viernes, 2 de junio de 2017

Acerca de “Paris, Texas”



No soy crítico de cine así que carezco de las herramientas necesarias para escribir sobre “Paris, Texas” sin revelar momentos importantes de su historia, como su final, que fue lo que realmente me hace recomendar la película. Todo lo anterior a ese momento me provocó sensaciones desiguales. Al inicio me enganché y fue por su protagonista, Travis, o mejor dicho, el misterio alrededor de él, porque aparece como un vagabundo que llevaba perdido 4 años hasta que su hermano, Walt, lo encuentra. Por supuesto el hermano trata de averiguar, sin éxito, qué le había pasado y el misterio se vuelve más complejo e interesante cuando se menciona a una mujer, Jane, y al hijo que Travis tuvo con ella, Hunter. Hunter, en este punto de la película, es, de los involucrados en el misterio, de quien más se sabe: tiene 8 años y de algún modo, antes de que Travis y Jane desaparecieran, terminó viviendo con Walt y su mujer, Anne, a quienes incluso llama “papá” y “mamá”. Es Walt quien habla. Travis, visiblemente traumatizado, no responde la mayoría de las preguntas de su hermano y cuando lo hace no lo hace con la suficiente claridad, salvo cuando le cuenta una historia acerca de sus padres y Paris, un pueblo en el estado de Texas.  
Lamentablemente, para mí, el misterio planteado en esta primera parte de la película queda bastante de lado en la segunda para enfocarse más en la recuperación de Travis, quien vive ahora en el hogar de su hermano, y principalmente en sus intentos de establecer una verdadera relación padre-hijo con Hunter. Casi al mismo tiempo que logra conseguir ambas cosas, Anne, en una conversación a solas, le revela información que sólo ella conoce sobre Jane, lo que motiva a Travis a emprender su búsqueda, acompañado por su hijo. Y me re-engancharía de nuevo.  
Eventualmente Travis y Jane se reencuentran pero en un contexto en el que no es un hecho inmediato a pesar de estar prácticamente solos cara a cara en una misma habitación. Travis en todo momento sabe a quién tiene al frente pero Jane, al inicio, no. Es algo que va sucediendo con el tiempo mientras los dos están en ese lugar, en especial desde el momento que Travis le empieza a contar a Jane la historia de una pareja ajena a ellos dos. Poco a poco la historia afectaría más a Jane, se iría sintiendo cada vez más identificada hasta que finalmente comprendería que esa pareja de supuestos desconocidos son en realidad Travis y ella, que esa historia es su historia (la de ellos) y que es él a quien tiene al frente.
Esto, la forma, es en parte lo que hace que este reencuentro me haya gustado tanto. Lo otro, el fondo, es el contenido de  la revelación del misterio planteado al inicio de la película, que por supuesto ES la historia que Travis le cuenta a Jane y que ella complementaría una vez consciente de la situación. La respuesta al "¿qué había pasado?" fue verdaderamente satisfactoria porque superó mis expectativas. No sé por qué esperaba acontecimientos más telenovelezcos o hollywoodenses, como un crimen o algún hecho abominable. Pero resultó ser, aun con su dosis de dramatismo, algo que me pareció tan irracionalmente real, algo que podría pasarle a cualquier pareja que por emociones descontroladas pierde la razón.
Espero no haber revelado demasiado de esta película como para que te animes a verla.

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