domingo, 25 de noviembre de 2018

Acerca de “Bohemian Rhapsody” (la película)




Lejos estoy de ser crítico de cine pero mis opiniones tengo acerca de “Bohemian Rhapsody” luego de verla. Y lejos estoy también de ser el mejor fan de Queen pero la banda siempre ha sido una de mis favoritas así que naturalmente en algún momento me he dado el gusto de aprender su historia. O sea que algo sé sobre la banda, lo suficiente como para detectar varias e importantes inexactitudes en lo contado por la película. Sabiendo de antemano que no se trataba de un documental era de esperar las “libertades creativas” que se tomarían los realizadores para ajustar en 2 horas lo mejor posible 14 años de la vida de una banda cuya carrera musical abarcó 20 años en total. Suponía que estos ajustes serían mínimos pero conforme la película fue avanzando me fue quedando claro que sería lo contrario. Como a la mitad de la misma desconcertado me pregunté: ¿A quién está dirigida esta película? ¿A los fans detallistas que lo saben y han escuchado todo? ¿A los fans casuales que de Queen conocen y disfrutan sus grandes éxitos pero nada más? ¿A un público general curioso que poco sabe o ha oído de la banda? Y aumentando mi desconcierto estaba el hecho que no estaba seguro si la película me estaba gustando o no, porque a todo lo que consideraba positivo, como la música (obvio) y las actuaciones, se le oponían constantemente un guion y un argumento a los que me costaba tomar en serio. Me distraje pensando que planes para hacer esta película venían de muchos años atrás y que la principal razón para sus tantos aplazamientos fue que los miembros restantes de Queen no le daban su aprobación a ninguna propuesta, lo que quería decir que “Bohemian Rhapsody”(la película) había sido la propuesta que finalmente los había satisfecho. ¿Por qué? Las respuestas llegarían en su último tramo.
Decir que este tramo es el concierto de Live Aid no es spoiler porque es algo que se adelanta en los primeros minutos de la película, pero lo siguiente sí aunque ligero en el sentido que no toca al argumento... Estaba seguro que la secuencia del concierto iba a ser un collage musical de 5 minutos, y es que cuál sería la otra opción, ¿recrear los 20 minutos que duró la presentación de Queen en dicho festival? Pues, cerca, 70 % cerca más o menos. Y todo empezaría a cobrar sentido. Todo hasta ese momento había consistido en la elaboración de un drama que, con sus clichés y fórmulas, cumpliera la función de acumular una carga emocional que se consolida y estalla durante el concierto, un drama que a pesar de ser artificial al inicio del mismo, antes de finalizada la primera canción ya me la había terminado de creer del todo porque así era más emocionante ver a Queen emerger del hoyo donde se encontraba (de acuerdo a la película) para levantarse triunfante de la mejor forma posible, con su música, canción tras canción, y en frente de decenas de miles de fans en un estadio (y de los millones que los veían por televisión en directo). Fue espectacular. En especial por Rami Malek quien, adueñándose del escenario y transmitiendo casi la misma poderosa energía del cantante de Queen, culmina de convertirse en el mejor frontman de la historia: Freddy Mercury. Para cuando aparecieron los créditos ya no tenía dudas del objetivo de los realizadores y de los otros miembros de Queen (Brian May y Roger Taylor específicamente): esto no era una biopic sino un homenaje, aunque ficticio, homenaje al fin y al cabo a Queen, su música y su líder, y que debía llegar a la mayor cantidad de gente posible, de ahí su decisión de hacer la película apta para adolescentes en adelante.
Bueno, la crítica no ha sido muy amable con la película en general salvo con la actuación de Malek a quien le pronostican nominaciones para premios importantes. Como sea, “Bohemian Rhapsody” ha sido un éxito en taquillas y se vuelve a hablar de Queen y su música vuelve a estar presente y pienso que eso a todo fan debería tenerlo contento. Yo lo estoy, tanto que me gustaría ver una secuela que se enfoque en lo sucedido después de Live Aid, es decir desde el año 85 hasta el 91, y con datos biográficos más precisos esta vez. Mientras tanto: ¡God Save The Queen!

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domingo, 30 de septiembre de 2018

Acerca de Sugoi (algunos recuerdos más o menos precisos)



Marzo 2018…
Dragon Ball Super ha emitido su último episodio en la televisión de Japón y junto a los japoneses prácticamente el resto del mundo lo ha visto a la vez. Quiero decir gente de Europa, Norteamérica, Latinoamérica, etc. Y de forma legal, al menos los que tienen cuenta en algún servicio de streaming autorizado y lo hayan visto desde sus casas. Porque hubieron otras formas como las proyecciones públicas que se hicieron en distintos países sin la autorización de los creadores y distribuidores de la serie. Aunque algunos de sus organizadores aseguraron tener todos los permisos necesarios. Lo dudo pero ya qué podía hacer Toei Animation, ¿apelar a las autoridades? Bien difícil que consiguieran resultados cuando muchas de estas autoridades eran las que estaban detrás de la organización de dichos eventos, quienes aseguraron también que un suceso de esta magnitud (por el interés generado) merecía la mayor difusión posible dentro de la comunidad. O sea que, por ejemplo, el alcalde que proyectó el último episodio en una plaza y sin cobrar entrada lo hizo de pura buena gente. ¿Y no lo hizo por quedar bien con sus vecinos y votantes aprovechando la renovada popularidad de Dragon Ball? Como sea, la asistencia masiva a estos eventos no deja duda de que fueron un éxito.
Pero me distraigo en detalles que al fin al cabo no importan o que en todo caso se pueden investigar con una simple búsqueda en Internet (tengo las noticias de Google en frente de mí en estos momentos con varios enlaces sobre lo sucedido). Lo importante, lo es para mí, es algo que mencioné y creo que apunto estuvo de pasar desapercibido: infinidad de fans de Dragon Ball Super, a lo largo y ancho del globo, vieron su último episodio a… la… vez…

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Septiembre 2017…
Estoy de vacaciones y acabo de terminar de ver el último episodio de la segunda temporada de Attack On Titan. Hasta la fecha la serie cuenta con más de 40 episodios y están distribuidas en 2 temporadas. Pues bien, aprovechando justamente estas vacaciones, y porque mucho me habían recomendado la serie, me la vi toda en 3 intensos días de maratones. Y cada uno de esos episodios los vi por YouTube. Sé que YouTube no es la vía oficial pero esta vez me ha dado pereza buscar una de esas vías cuando más fácil me resultó comprobar que en el servicio de videos de Google está todo lo que necesito. Claro que con sacrificios que van desde una baja resolución hasta los trucos para evitar tener problemas de copyright, como invertir la imagen, ponerle marcos, o aumentar un poco la velocidad de reproducción (lo que hace que las voces suenen algo chillonas). Pero el mayor sacrificio es cuando el audio no es el ideal, y lo ideal es en japonés (con subtítulos, claro). Ví lo que fui encontrando y no siempre fue en su idioma original así que muchos episodios tuve que verlos con doblaje de Estados Unidos o de España, y la verdad es que, lejos de ser una tragedia, me acostumbré rápidamente a ello. Aunque al comienzo el acento español me distrajo de la lucha de la humanidad contra los titanes, y fue por por pura nostalgia: me daba la sensación de que en cualquier momento escucharía el nombre “Songohanda” (pronunciado así) o vería a alguien lanzar desde sus manos un rayo de energía al grito de “onda vital”. Sí, hablo de Dragon Ball Z con el doblaje de España y que muchos recordamos por las películas que se podían conseguir, en cintas vhs piratas, a mediado de los 90 en cualquier mercado de Perú a 8 o 10 soles y que luego pasaban de mano en mano.
Curiosamente fue con este doblaje que vi por primera vez DBZ, pero sin saber que estaba viendo DBZ. Se suponía que lo que vería, alguna tarde de 1995 o 1996, era una película llamada "Los Guerreros de Plata". Era lo que decía la etiqueta del video en cuyo empaque venía apenas superpuesta una fotografía mal tomada de un personaje con gesto aguerrido y pelos dorados. El video me lo había prestado un primo sin mayores referencias solo que se trataba de otro dibujo animado japonés, en consecuencia, de visión obligatoria, porque ya empezábamos a desarrollar una afición por estos desde que nos dimos cuenta que nuestros dibujos favoritos provenían de ese país, como Supercampeones y Caballeros del Zodiaco. Menos de una hora después la película ya había acabado y yo no había entendido nada. Dos androides vienen de no sé dónde, se despachan a un montón de súper héroes (desconocidos para mí) en un 2x3 y los dos únicos supervivientes de esta masacre son los siguientes a enfrentarlos, pero con poco éxito: sólo queda uno con vida, un muchacho de cabello lila. Y cuando parece que la trama va a tomar un giro interesante, para darle vuelta a tanta derrota, con el último de los héroes vivos iniciando un viaje en una máquina del tiempo… la película acaba. Ahora es obvio que me refiero a “La Historia de Trunks”, especial de TV que sirve de preámbulo al inicio de la saga de los Androides y Cell en DBZ, pero cuando lo vi por primera vez (en una época en la que creo todavía no se estrenaba Dragon Ball original, o sea con Gokú de niño, en el Perú) ni los diseños, ni los nombres ni nada me pareció remotamente familiar. También es ahora obvio que peor pirateado no pudo estar ese video al poner el título de otra película  de DBZ (“Los Guerreros de Plata”) en la etiqueta.
Sería el mismo primo, un tiempo después, en 1997, quien me prestaría la Sugoi N° 1 y al leerla aprendí que a los dibujos japoneses se les dice anime y que la mayoría se basan en sus propios mangas, el equivalente al cómic en Japón. Muchos de estos mangas tienen la historia muy avanzada al momento de ser llevados a la animación, lo que me hace pensar que tal vez deba buscar el manga de Attack On Titan porque con muchas ganas me he quedado de saber más. Ojalá lo encuentre en PDF.

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Octubre 1998…
Se apagan las luces en el auditorio, los murmullos ceden y por unos segundos el silencio y la oscuridad es total, hasta que de los parlantes se empieza a escuchar la voz de una mujer que canta mientras un logo que dice Gainax hace su aparición en la pantalla. La canción y las imágenes son reconocidas de inmediato. La gente grita, aplaude y aunque dudo un instante en hacerlo, finalmente dejo que mi emoción también se exprese, y grito y aplaudo con ellos durante casi todo el opening del anime que morimos por ver: Evangelion. Es el anime más anticipado del momento, por así decirlo, por los artículos en la revista Sugoi y por los reportajes de Sugoi en su programa de tv emitido por el canal 33 UHF. ¡Y es Evangelion lo primero que vamos a ver! Algo se sospechaba, algunos rumores se habían oído por ahí de lo que sería la programación del día, no anunciada antes para crear cierta sensación de sorpresa, supongo. Pues bien, resultó, porque todos estamos gratamente sorprendidos. Mejor arranque imposible para esta nuestra primera reunión: somos el recientemente establecido grupo 3 del club Sugoi; grupo 3 porque a estas alturas somos tantos los miembros que el auditorio, cuya capacidad es para más o menos 300 personas, no podría contenernos a todos en una única reunión. Así que este domingo (los dos anteriores fueron para los otros dos grupos) finalmente llegó nuestro turno.
Unas dos horas antes, a eso de las 7 de la mañana, me tuve que levantar de mi cama y creo que nunca antes, en mis 16 años de vida, había abierto los ojos tan emocionado un domingo a esas horas. Aunque más o menos ya los tenía abiertos desde antes porque apenas había podido dormir por la emoción; es más, no habría tenido problemas en levantarme más temprano de haber sido necesario, pero fue suficiente a la hora que lo hice, estando este auditorio, el del colegio Champagnat, en el centro de Miraflores, no tan lejos de mi hogar en Magdalena. LLegué a las 8:30 y me agradó confirmar que no íbamos a ser pocos viendo la cantidad de gente que hacía cola para entrar. Un vistazo a tu carnet de socio por parte de los que cuidaban la entrada y listo, podías pasar. No había mucho qué ver en la antesala así que directo fui al auditorio a buscar asiento; conforme fue llenándose la expectativa general se hacía más palpable. Y dieron las 9, la hora de la cita.
Serán 4 horas de animes que no decepcionarán, con un break a media mañana para estirar las piernas o para ir al baño y en el que la antesala, previamente vacía, aparecerá ahora poblada de mesas con toda una parafernalia de productos a la venta sobre ellas: libros ilustrados, cds y cassettes de música, posters, polos… y cuyos precios me permitirán tan solo verlos con curiosidad, aunque con un poco de dificultad porque no pocos serán los que se agrupen alrededor de esas mesas, pero siempre con buena ánimo y camarería como al inicio, al momento de buscar asiento o en el regreso a la sala, tras el break, en donde los sitios previamente ocupados se respetarán sin ningún problema; y es que estamos contentos todos.
Así que cuando acaba la primera ova de Rayearth y se prenden las luces y se anuncia que, siendo la 1 de la tarde, es el final de la reunión, ya no sorprenderá tanto si digo que en nuestros rostros, mientras abandonamos el recinto en orden, es evidente la alegría. El anhelo de ver anime es ahora realidad. O tal vez, mejor dicho, ver “más” anime, más de lo poco que ofrece la televisión, y de la mejor forma posible, o sea, en japonés. Solo lamento no haberme animado antes a meterme de lleno en este asunto porque mi carácter dubitativo (que dudó de las implicancias económicas de iniciar un hobby) me había hecho no tomar en serio las iniciativas que Sugoi venía llevando a cabo desde más o menos un año atrás: la revista, el club, las maratones... Hasta que finalmente, un par de meses antes de esta reunión, mi curiosidad pudo más y compré la Sugoi más reciente por entonces, la número 7, la que tiene al Eva 01 (el robot pilotado por el protagonista de Evangelion) en su portada. La leí y me quedó claro que algo se estaba forjando en el país y me lo estaba perdiendo, sensación que decidí de una vez remediar las semanas posteriores cuando, luego de leer en la Sugoi N° 8 sobre la apertura del grupo 3, fui por primera vez a las instalaciones de Sugoi en el Centro Comercial Arenales, a inscribirme al club. Esos son mis antecedentes y seguramente cada uno de estos nuevos miembros tienen los suyos propios, pero todos tenemos en común el haber dado juntos este primer paso de algo que promete nos llenará con incontables horas de entretenimiento. Por ello es lógico que exista cierta tristeza también, al menos en mí, porque ahora no queda más que esperar un mes hasta la próxima reunión.
Las mesas en el vestíbulo también ya están vacías, el que vende los sanguches (nunca falta uno) remata todo a un sol, y en la puerta del recinto cada miembro que sale recibe un pliego de una sola hoja papel A3 a colores en donde por un lado se resume la programación y por el otro hay un poster de Rurouni Kenshin. Es el boletín del club y tiene nombre propio: Masaka.

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Diciembre 2000…
Masaka es el boletín del club Sugoi y es en la actualidad una revista de 24 páginas en blanco y negro. En sus inicios, cuando solo era un pliego de papel, se limitaba a resumir la programación del mes, ahora tiene espacio de sobra para otros segmentos: artículos varios, noticias, preguntas y respuestas… Incluso tiene espacio para un poco de publicidad el cual consta básicamente de anuncios de otros productos de Sugoi, como su línea de videos vhs fansub (llamada AFI-SUB). En este caso los próximos videos a salir (y con estos ya serán más de 30 publicados) son Mononoke Hime y Street Fighter Zero. El segundo no me interesa así que lo descarto de inmediato. Dudo con el primero. Por supuesto sé de su calidad pero conseguir esos más de 30 soles que me va a costar (y eso con el descuento ya aplicado por ser miembro del club) serán un dolor de cabeza para mí, un alumno de Pitágoras preparándose para ingresar a la UNI y cuya situación económica familiar, aunque ha mejorado con los años, todavía no alcanza para garantizar propinas o para “lujos” como televisión por cable (y muero de ganas de ver el canal Locomotion del cual muchos me hablan últimamente). Además que todavía me falta completar Evangelion: voy 4 videos y me faltan creo 2 más los cuales saldrán a la venta en los próximos meses… y luegos las películas… Sé que podría recurrir a Polvos Azules y gastar mucho menos ahí pero lo más probable que el anime que encuentre esté con doblaje de España y por supuesto sin nada que se parezca a los empaques de Sugoi, los que por unos segundos te hacen creer que lo que tienes en tus manos es un producto oficial (nada lo es finalmente ante la ausencia de distribuidores oficiales en el país), y vaya que me gusta apreciar mi pequeña colección de animes en sus bonitas cajas bien ubicadas en una parte de mi biblioteca… Y pensar que quienes no me conocen bien me dicen tacaño al ver como “no” gasto: si supieran que constantemente estoy ahorrando para esto.
Por cierto que Evangelion es la portada de esta Masaka, la número 36. No es casualidad, pasó lo que parecía imposible: el canal 5 está pasando Evangelion. El canal 2 tiene a Pokemon, el 4 tiene Dragon Ball, y el 5 no podía quedarse atrás y por supuesto alguna ganancia quiere sacarle a este boom del anime en el país que aún resuena con fuerza. Pero menos fuerte que hace un año atrás, al menos es lo que siento. No digo que vaya a desaparecer o que haya señales que lo demuestren, es solo que el anime se ha ido volviendo algo más normal y cotidiano con mayor presencia en los medios y en la consciencia colectiva. ¿Pero acaso no es este el objetivo de todos los que están detrás de esta movida? Dicho de otra forma el anime y los otakus llegaron para quedarse… Aunque yo esté apunto de abandonar el club. Puede que suene contradictorio pero es algo en lo que vengo pensando desde hace un par de semanas. Evangelion ya acabó, Cowboy Bebob ya acabó, Rurouni Kenshin también y con ellas otras de mis series favoritas que ha pasado el club, y siento que han dejado la vara bien alto, casi inalcanzable para las series siguientes (Nadesico de plano no me gusta). Lo mejor de las últimas reuniones han sido ovas y películas, aún así las 7 horas que en la actualidad dura una reunión ya las empiezo a sentir un poco pesadas. Y como yo soy de aquellos que creen en las señales, la noticia que nos dieron al final de la reunión de hoy  medio que reafirma mi idea de que es hora de un cambio: hoy fue la última reunión en el auditorio del colegio Champagnat (porque los curas algo distinto quieren hacer con sus instalaciones), para el próximo año se harán en el CC Arenales, en la sala del cine que está en el último piso.

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Marzo 2018…
Por supuesto que esto, ver un anime casi en forma simultánea con Japón, no es nuevo. Es algo que ya viene sucediendo desde hace un tiempo pero creo que, coincidiendo con la cobertura que ha tenido en los medios este último episodio de Dragon Ball Super, recién ahora tomo conciencia de esto que no se me ocurre otra forma de denominarlo más que de maravilla. Para los que nacieron pasando el 2000 tal vez no le vean nada de maravilloso algo que para ellos es cotidiano, pero para mí que nací a inicio de los años 80 y he sido testigo de la evolución de muchas cosas, entre ellas de la forma de ver anime, significa la plena satisfacción de haber alcanzado una meta que en mi adolescencia parecía imposible. Tal vez de no haber estado desconectado del anime como lo estuve en la época que tanto el dvd como la internet empezaba a ser algo de consumo común me habría percatado del momento más preciso en que sucedió este milagro. Fue tras dejar el (ya desaparecido) club Sugoi a mediados del 2001 que empezó esta desconexión porque otros intereses aparecían en mi vida. Tampoco fue algo absoluto. Más o menos se restableció con la aparición de hitos como el canal Animax (Q.E.P.D) donde vi Gantz y Full Metal Alchemist; o algo más reciente con la llegada del servicio de streaming Netflix al Perú, el cual me dio la oportunidad de disfrutar Death Note y Full Metal Alchemist Brotherhood. O sea que ha sido cuestión de seguir un par de animes específicos y nada más. El año pasado vi finalmente Attack On Titan convencido por las muchas recomendaciones de mis amigos y porque sus 40 y tantos episodios hasta esas fechas me eran más manejables que, por ejemplo, los cientos y tantos de Naruto y Bleach, que ya la simple idea de verlos me da mucha pereza. Me convenció también descubrir que todo AoT estaba en YouTube… ¡Pero si hasta ya se puede ver anime en YouTube! Me falta comprobar si ya está ahí la tercera temporada.
Los tiempos son propicios para ser otaku y tal vez no sea mala idea tratar de re-engancharme de nuevo, estar al tanto de lo que actualmente se esté viendo o sea popular, o de ponerme al día con alguna buena serie recientemente finalizada. Dragon Ball, por ejemplo. ¿Qué tal ha estado “Super”? Yo me quedé en Z (durante los años que fue un boom en nuestra televisión). GT lo dejé a medias, como hicieron muchos creo, aunque sí llegué a ver los últimos minutos de su último episodio en el que casi derramo alguna lágrima por el recorrido en imágenes que se hace de los momentos más memorables de todo Dragon Ball y todas sus sagas, mientras Dan Dan… va sonando como música de fondo y el narrador agradece a los fans y se despide de ellos para siempre (supuestamente). De Super he escuchado cosas buenas y malas. Tal vez el comentario más gracioso que escuché fue de un compañero de trabajo: “No me gusta Dragon Ball Super pero no puedo dejar de verlo”. Tú, ¿me la recomiendas?

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domingo, 2 de septiembre de 2018

Acerca de Monty Python



En algún momento pasado el 2006 me llamó la atención el pie gigante que sorpresivamente aplastaba a Los Simpsons al final de uno de sus "chistes de sofá". Intuyendo que se trataba de una referencia a algo importante investigué y vaya las sorpresas que me di. Primero que esa extremidad tenía denominación propia, “el pie de Monty Python”; y, más sorprendente aún, que el nombre al que hace referencia no es el de un director de cine como yo creía por esa época. Y esto por el título de la única película que había visto de “él”: “De Monty Python: El Sentido de la Vida”. Así al menos lo traducía el anunciador justo antes de que empezara, en una tarde de zapping 2 o 3 años atrás. Pues no, el responsable de aquella película en donde con una canción se le rinde culto al espermatozoide, en donde un profesor da una clase de educación sexual mientras tiene sexo con su esposa, o en donde el comensal más glotón que haya existido literalmente revienta de tanto comer en un restaurante, y otros sketches e imágenes inolvidables que en conjunto tratan de explicar de qué va la vida (¡y lo consiguen!); el autor de todo esto que tan gratamente me había impactado, pues no es un individuo: son 6 cómicos ingleses que bajo el nombre grupal de “Monty Python” hicieron de las suyas desde finales de los años 60 hasta mediados de los 80. También sería una sorpresa descubrir que el lenguaje de programación Python debía su nombre en homenaje a ellos y que el correo “spam” era una alusión a uno de sus sketches… y apenas mi investigación iba empezando. La primera conclusión de la misma es que en efecto Los Simpsons habían referenciado algo importante.
YouTube ya existía así que fue ese mi segundo destino (luego de Wikipedia) y fue allí donde constaté que justamente el sketch como medio expresivo era la piedra angular de Monty Python. Armar toda una película a base de estos había sido una de las razones por las que “El Sentido de la Vida” (1983) me había parecido tan original, aunque finalmente no fuese tan así, no porque hubiese sido una copia sino porque resultó que esta forma de hacer comedia era la que los había hecho famosos previamente a través de su programa de TV: “El Circo Volador” (1969 - 1974). Vi mucho de este programa en YouTube, igualmente repasé varias de las escenas de “El Sentido de la Vida” (y con cada repaso la película iba escalando posiciones en mi lista de favoritas), y otros tantos clips más de otras de sus producciones, pero en un momento me quedó claro que debía parar. Estaba ante algo que pasada mis risas empezaba a dejar algún eco en mí, con un humor que partía de premisas imposibles (tener que pagarle a alguien para tener una discusión), que podía mezclar conceptos profundos con lo más banal (el partido de fútbol entre filósofos occidentales y orientales), y con una narrativa a veces fantástica pero al revés en donde lo extraordinario se vuelve común y viceversa (el “superhéroe” que reparaba bicicletas en un pueblo habitado por supermanes), sin dejar lado la sátira a la burocracia y a la vida cotidiana... si lo estaba disfrutando así, por pequeñas dosis, me quedó claro que lo disfrutaría mucho más si veía por completo cada una de estas producciones. Igual no pude evitar ver el glorioso final de "La Vida de Brian" con todos los crucificados silbando con regocijo "Siempre mira el lado brillante de la vida" (cantada por Eric Idle), canción a la que hasta ahora recurro en los momentos que necesito alegrarme un poco.
Con el paso de los años pude ver las 2 películas restantes: “El Santo Grial” (1972) y “La Vida de Brian” (1979). Mientras iba reconociendo en otras de mis comedias favoritas (Family Guy, 30 Rock, South Park...) más referencias directas e indirectas a Monty Python. Pendientes en su filmografía me quedan algunas antologías, especiales y shows, pero de estos últimos solo me interesan aquellos en donde aún estén presentes todos sus miembros originales (lamentablemente Graham Chapman falleció en 1989). Pero la producción que dio origen a todo en 1969 la pude ver al fin este 2018, sus 4 temporadas completas, gracias a Netflix.
Quedé hechizado desde los primeros segundos del primer episodio, con un náufrago (Michael Palin) que a duras penas puede salir del agua para luego recorrer una mediana distancia hasta colocarse a un paso de la cámara para solo decir: “Es...”. De una flores emergen las palabras “Monty Python’s Flying Circus” al mismo tiempo que se inicia una extraña secuencia animada que musicalizada con una marcha terminará de pronto con un pie; sí, el mismo pie que aplastaba a Los Simpsons hace acá su primera aparición para también aplastarlo todo y dar paso al primer sketch. Fue curioso cómo al ver los primeros episodios fue como ver de nuevo “El Sentido de la Vida”: creyendo que vería media hora de sketches sueltos resultó que, como en la película (pero menos marcado), cada episodio tiene un tema que más o menos guía a los sketches y que estos, como en la película también, varias veces dan pie directamente a otros o se superponen entre sí prescindiendo de límites (inicio, final) o incluso del “remate del chiste”. Tal vez el límite más claro entre algunos sketches son las animaciones (de Terry Gilliam) tan graciosas como extrañas, hechas con recortes de fotografías o de pinturas además de dibujos y colores psicodélicos. Fue gratificante comprobar con cada nuevo episodio (en especial de sus dos primeras temporadas), y ahora sí de forma plena, que estos cómicos sí eran unos genios, que no solo se trataba de humor absurdo: existía un método detrás de tanta locura, y que el rango de este humor podía ir y venir desde lo intelectual (el concurso de resumir la obra de Proust en menos de un minuto) hasta lo escatólogico (al pie le suele acompañar el sonido de una flatulencia), desde lo simple (el organista desnudo, interpretado por Terry Jone) hasta lo elaborado (el chiste más peligroso del mundo), rompiendo muchas veces de paso la “cuarta pared”. Monty Python es magia y viene bien esta palabra tratándose esto de un “circo”.
En la segunda temporada al náufrago se le sumaría el anunciador (John Cleese) que solemnemente presentaría el programa con “y ahora algo completamente diferente”. Para mí esa frase es la esencia de Monty Python, un humor absurdo que busca sorprender con lo inesperado antes que impactar con un gag ya conocido. De repente no sea un humor para todos al que se le pueda acusar de “muy británico”, pero con un poco de mente abierta es un humor que, incluso cuando un chiste no funcione, nunca pasará desapercibido.

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jueves, 2 de agosto de 2018

Acerca de "Gabriel García Márquez: Una vida" de Gerald Martin



Terminé "Vivir para contarla", las memorias de Gabriel García Márquez, con ganas de más. Quiero decir con ganas de enterarme más cosas de él porque Gabo no lo cuenta todo sino solo el periodo de su vida desde sus inicios hasta su partida de Colombia, a mediados de los años 50, para convertirse en un itinerante del mundo. Queda claro que se trata de un primer volumen de otros tantos que lamentablemente no llegarán.
Pero a falta de más memorias bueno es una excelente biografía, en este caso "Gabriel García Márquez: Una vida" de Gerald Martin.
"... Una Vida" lo abarca todo, por eso me apuré en la lectura de lo ya conocido, o sea los capítulos que coinciden cronológicamente con "Vivir para contarla", para concentrarme de lleno en todo lo siguiente que no abarcó las memorias, las que además me habían dejado con la frustración de no "ver" a Gabo convertirse en una personalidad de renombre, llegando a lo mucho a ser un periodista más o menos reconocido con dos primeras novelas publicadas de dudosa calidad, calificativo en el que están de acuerdo tanto críticos como, en su momento, el mismo Gabo.
También de acuerdo lo está el autor, Gerald Martin, quien aun siendo cercano a GGM y admirándolo (poderosas motivaciones para escribir una biografía de más de 600 páginas) es objetivo resaltando lo bueno y señalando lo malo (sin llegar a ser condenatorio tampoco). Cuestiona por ejemplo la poca mención que hace Gabo de su padre en sus memorias y el de a veces querer "quedar bien con todos" al dar declaraciones ambivalentes sobre ciertos temas.
Y con "todos" me refiero a su poderoso círculo social: presidentes, dirigentes, intelectuales... selecto grupo que se empezó a formar tras la publicación de "Cien Años de Soledad". Hasta que leí esta biografía no tenía idea del nivel del impacto de esa novela cuando apareció en las librerías por primera vez a finales de los años 60. Fue la tercera en llegar (1967) luego de "La Ciudad y los Perros" de Vargas Llosa (1962) y "Rayuela" de Cortázar (1963), y aún así fue la que verdaderamente consolidó al "boom" de la literatura latinoamericana, aunque su trascendencia sería tal que se alejaría de ellas para crear su propio fenómeno mundial, ganándose calificativos que la comparaban con El Quijote.
La fama y el dinero le llegarían a raudales a García Márquez (ahora elevado a la altura de Cervantes), su voz se consideraría digna de ser escuchada y se le abrirían puertas insospechadas. Y curiosamente a raíz de todo esto, es decir, al éxito de "Cien Años...", Gabo empezaría a alejarse un poco de la literatura para dedicarse a otra de sus pasiones: al activismo político, ahora con más ahínco aprovechando su nuevo estatus de celebridad, escribiendo artículos que aparecerían en los medios más importantes del mundo, participando de iniciativas e instituciones (muchas de ellas impulsadas o fundadas por él mismo), o haciendo valer su influencia en las más altas esferas del poder (teniendo amigos como Fidel Castro). Llegaría a tal punto de darle prioridad a su activismo que amenazó en hacer una "huelga literaria", o sea dejar de escribir cuentos o novelas, mientras Pinochet siguiera al mando de Chile.
Estos y muchos otros datos no se encuentran en un único artículo consolidado de Wikipedia. Así como tampoco los análisis que hace Gerald Martin de las novelas y los cuentos más imporantes de GGM. A cada una de ellas, conforme van apareciendo en la vida de Gabo, les dedica varias páginas, recorriéndolas de inicio a fin, detallando argumento, estilo, método y estructura. Esto, más la descripción de las circunstancias en las que fueron escritas (fechas, lugares, anécdotas), fue mi parte favorita de esos análisis. No tanto el aspecto psicológico de los mismos por ser algo densos los intentos del autor de entender las motivaciones más profundas de Gabo para escribir tal o cual texto. Además de que cae un poco en la especulación como cuando afirma que aparte de tener en mente a sus abuelos cuando escribió "El Coronel no tiene quien le escriba", asegura que es muy importante también la influencia de la complicada relación sentimental que vivía Gabo (con una mujer de nombre Tachia) en ese momento, estableciendo paralelos entre ellos y la pareja protagonista de la novela. ¿Que tan cierto es esto? Difícil saberlo porque Gabo siempre se negó a hablar de esa relación, incluso con Martin, su biógrafo oficial.
Tengo que aclarar que "... Una vida" no abarca exactamente todo como mencioné antes y esto es por la fecha de su publicación, 2011, es decir, 3 años antes del fallecimiento de GGM, así que ninguna noticia sucedida en ese último trienio está presente en esta biografía, aunque sí en los últimos capítulos ya se detallan los primeros problemas de salud serios que padecería Gabo hasta el final de sus dìas, en especial el deterioro de su salud mental. Seguramente más información al respecto ha sido añadida en ediciones posteriores al 2014, enriqueciendo aún más esta edición que ya de por sí es altamente recomendable.

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domingo, 24 de junio de 2018

Acerca de "Saints Row 2"



GTA Vice City fue el primer juego “open-world” que jugué y lo hice a mediados del 2017, pero, sin estar seguro del por qué a pesar de estar consciente de sus obvios méritos, lo dejé a la mitad. Este 2018 volví a probar con este género; esta vez con un juego relativamente más reciente, Saints Row 2, publicado el 2008 (6 años después de Vice City), y conforme fui acumulando horas en él me fue quedando claro por qué ahora sí estaba dispuesto a invertir todo el tiempo necesario (más de 20 horas) para llegar hasta el final. La clave está en la evolución del género que se produjo justamente en esos 6 años. No hablo de lo gráficos porque mejores gráficos no aseguran un mejor juego; hablo de algo más fundamental: el gameplay. Entonces, percibiendo en Saints Row 2 una cierta “”madurez” en ese aspecto, me quedó claro que abandoné Vice City por sentirlo “primitivo”.
Ambos, como es lo típico, disponen de una ciudad entera a modo de una gigante caja de arena con juguetes (o “sandbox”) en donde el player puede hacer prácticamente todo lo que quiera mediante el uso de armas, vehículos, e interactuando con distintos establecimientos y con los (pobres e inocentes) transeúntes. También tienen en común la historia que de se desarrolla a través de misiones y que gira en torno a un protagonista que vive fuera de la ley.
Siendo el escenario una ciudad que se puede recorrer siguiendo cualquier dirección, ambos juegos utilizan el mapa como guía para indicar lugares importantes. Aquí encontré una primera muestra de la evolución de la que hablaba. Mientras que Vice City se limita a poner puntos en su mapa, Saints Row 2 hace lo mismo pero además le añade una línea punteada señalando la mejor ruta posible. Un punto en el mapa es suficiente cuando no hay apuros pero es insuficiente durante una huída o en una misión que se debe cumplir en unos pocos minutos; a menos que uno se memorice las calles no queda otra que estar abriendo el mapa seguido para consultarlo. De esta forma es difícil que la adrenalina llegue a fluir, cosa que sí ocurre en Saints Row 2: basta con darle un vistazo a su minimapa en la esquina inferior izquierda para que uno se ubique sin tener que interrumpir la acción. El estrés está en cumplir el objetivo en sí y no en las limitaciones del gameplay. Uno puede perder igual por circunstancias del juego (superior IA de los enemigos, inferior IA de los ocasionales compañeros del player, descuido al manejar los vehículos en las curvas) pero ya no fracasará, por ejemplo, por acabar en un callejón sin salida por haber dado una vuelta en una esquina equivocada.
En general Vice City es más “tacaño” brindando este tipo de información y en consecuencia puede llegar a pasar, como me pasó a mí, que una vez explorados todos los puntos marcados de pronto su mapa no tiene más que señalar a pesar de no haber llegado al final; en esas circunstancias no me quedó más que buscar por mí mismo alguna nueva tarea recorriendo la ciudad de extremo a extremo atento a posibles lugares de interés. En Saints Row 2 siempre hay algo que hacer y no hay que buscar mucho para encontrarlo porque es una constante en su mapa, desperdigados a su largo y ancho, la presencia de puntos de distintas formas y colores que indican el inicio de misiones, atadas al progreso de la historia, y el de actividades sueltas y opcionales, las que se pueden realizar cuantas veces uno quiera solo para ganar recompensas. Bueno, “siempre” es exagerar un poco. El juego tiene sus limitaciones. Obvias y no tanto. Entre aquellas están las misiones, las cuales desaparecerán del mapa cuando se acabe con la historia (secuencia de créditos final incluída). Y en el grupo de las menos obvias están las actividades sueltas y sus 6 niveles consecutivos de dificultad: superar estos niveles por primera vez significan para el player conseguir premios especiales aparte de dinero; luego podrá repetirlos pero sólo para aumentar su cuenta bancaria.
Pero no exagero cuando digo que de mis 20 horas invertidas al menos la mitad las dediqué en superar la mayor cantidad de actividades posibles en todas sus dificultades. Primero por ser tan entretenidas y originales. Está, solo por mencionar algunas, aquella en la que el player montado en una cuatrimoto en llamas tiene que recorrer una ruta establecida incendiando (o haciendo explotar) todo lo que encuentre en su camino. En otra hay que robarle las prostitutas a un chulo para entregárselas a otro evitando que los secuaces del anterior destruyan tu auto o secuestren nuevamente a las prostitutas. Mi favorita es la más elemental en sus objetivos: “simplemente” destruir con una bazuca inacabable todo lo que pueda hasta alcanzar una cuota de daños. En fin que la esencia de estas y las demás es la de generar caos. Descrito así puede que suene fácil pero será el tiempo la mayor restricción el cual se reajustará, juntos con otros parámetros, de acuerdo con la dificultad llegando a una complejidad en los niveles más altos que exigirá múltiples intentos. Pero valen la pena porque el segundo motivo son las recompensas y es que algunos de los premios especiales son simplemente fenomenales: armas únicas y poderosas como una bazuca que dispara motosierras, regeneración de salud más rápida, y un etcétera que incluye, el mejor de todos, no sólo por hacer más fáciles las misiones más difíciles sino también por hacerlas más ridículamente divertidas,  munición infinita por tipo de arma.
Aclaro que al mencionar la “madurez” de Saints Row 2 me refería estrictamente a su gameplay porque el resto, marcando su distancia de la relativa seriedad del mundo de Vice City, es pura irreverencia. La naturaleza de las actividades son una muestra de ello y la narrativa no se queda atrás siguiendo la misma línea con una historia que es casi una parodia del mundo de los gansters. Empieza con el protagonista despertando de un coma en un hospital de la policía, circunstancia que al parecer está ligada directamente al final de Saints Row 1 (título que no he jugado). Una característica interesante es que acá no hay un "Tommy Vercetti" (protagonista de Vice City), es decir, que el personaje principal no está definido: carece de nombre y apellido propios y esto se debe a que atributos como sexo, raza y contextura son opciones a elegir para el player justo antes de despertar del coma. Pero sí posee voz y personalidad y se van a manifestar bien adaptadas a la historia de acuerdo a lo elegido. Luego de creado, el protagonista se enterará que su banda, Los Saints, durante el tiempo que estuvo en coma, perdió el poder que tenía sobre la ciudad, ahora en manos de 3 bandas rivales y una corporación multimillonaria. Así que el tema de la historia es la recuperación del poder y el regreso a la cumbre, a cualquier costo, o sea, con violencia que en este caso es más cómica que perturbadora y que produce diálogos y situaciones que mezclan en igual medida drama y absurdo. En resumen, sin ser la gran cosa, la historia es entretenida y es digna de prestarle atención.
Luego de el tutorial y de las primeras misiones, el player ya sabe todo acerca de los controles (en mi caso un gamepad conectado a mi PC): ir a pie, ir en vehículos, uso de armas, etc, y en cada uno de estos modos Saints Row 2 es también superior a Vice City, por una mejor reacción del player y porque la cámara sigue mejor sus movimientos en especial durante los disparos, y  disparando se va a estar la mitad del tiempo. La otra mitad se va a estar conduciendo, experiencia igual de entretenida en ambos juegos y que es donde se puede disfrutar del soundtrack que suena a través de ficticias emisoras de radio, compuesta por clásicos variados del rock y pop (con un toque más ochentero en Vice City). Pero diseñadores de ambos juegos pecan por igual al forzar demasiado al player a utilizar vehículos ya que es el único medio para recorrer largas distancias; se extraña un sistema de "fast travel" en especial en Saints Row 2 cuyo ciudad es 3 veces más grande que la de Vice City. Y el colmo de este abuso está en el inicio de las misiones (o actividades) que por lo general requieren que el player se desplace de un extremo del mapa a otro como paso previo al inicio de la acción, lo cual se vuelve tedioso cuando un nivel de dificultad alto (donde fracasar seguido es inevitable) te obliga alto a pasar por varios reinicios.
Los cutscenes, responsables de darle contexto a los objetivos, además de entretenidos están bien producidos, al menos en el apartado de audio, y aunque quiero creer que visualmente están a la par es algo que no pude corroborar de primera mano por una cuestión técnica. Sucede que el juego, en su versión para PC, viene con un framerate fijo de 30 fps; un número suficiente pero inaceptable teniendo en cuenta que en consolas el juego funciona a unos más fluidos 60 fps. Para alcanzar estos 60 en PC tuve que aplicar un parche (no oficial) que logra su cometido sin ningún inconveniente salvo por provocar una desincronización en los elementos de los cutscenes (personajes y objetos) haciendo que se muevan a destiempo, que floten o atraviesen cosas. Esto parece darle la razón a los desarrolladores para PC quienes justifican esos fijos 30 fps por motivos de estabilidad, pero es una excusa débil que no explica problemas técnicos mayores (e inexistentes en la versión para Xbox 360 y Playstation 3). Como la baja calidad de los gráficos (colores opacos, texturas borrosas) que en parte se puede solucionar instalando el mod “Gentlemen of the Row” el cual mejoras visuales y de rendimiento, sin hacer milagros tampoco. Pero más grave son los cierres repentinos que ocurren con cierta regularidad. Es decir que estás jugando y de pronto el juego ha desaparecido y ya estás viendo el escritorio de Windows. Estos cierres casi me hacen abandonar el juego porque varias veces me sucedieron en el peor momento posible, es decir, muy cerca de completar alguna tarea difícil. No sé cuánto habrá costado Saints Row 2 para PC en su momento (60 dólares me imagino) pero cualquiera haya sido su precio definitivamente no lo valía. En cambio ahora que se puede conseguir por más o menos 5 dólares si los vale, porque a pesar de sus fallas técnicas, el resto es tan bueno como para tenerle paciencia.
No quiero terminar sin antes reivindicar a GTA Vice City, aunque es una reivindicación que no necesita porque, si bien no fue de mi total agrado, puedo entender, teniendo en cuenta la fecha de su aparición, su impacto en la historia de los videojuegos y lo fundamental de su legado junto con el de sus hermanos antecesores, GTA III y GTA San Andreas. Saints Row 2 podrá ser mejor juego pero a ellos les debe su existencia en primer lugar.

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jueves, 10 de mayo de 2018

Acerca de la novela "El Príncipe de los Caimanes" de Santiago Roncagliolo



Cuando una novela contiene dos historias paralelas, con capítulos intercalados para cada una de ellas, existe el riesgo de que el lector eventualmente posponga una para concentrarse en la otra y altere así (trayéndose abajo) el orden de lectura que el autor tan cuidadosamente había planeado; creo que es una de las peores cosas que le podría pasar al autor. Afortunadamente Santiago Roncagliolo logra el balance adecuado entre las dos que conforman “El Príncipe de los Caimanes”. Siempre me sentí cómodo siguiendo el orden establecido y las veces que me sentí tentado a saltarme un capítulo (para continuar con la historia actual) no fue por favorecer una sobre la otra sino porque de pronto llegaba a un final de capítulo con tal carga de intriga que me motivaba a querer saber de inmediato cómo continuaban las cosas. Pero nunca caí en la tentación, y eso que hay varias de estas y por igual en ambas historias porque las dos contienen momentos así de emocionantes, como los dignos relatos de aventura que son, y que como tales contienen además otros elementos típicos como protagonistas más intrépidos que prudentes, viajes por geografías inhóspitas, situaciones peligrosas, romance y muerte; aunque envueltos en un tono pesimista.
La primera historia (porque es la que inicia la novela) es la de Miguel, un adolescente cuya madre (una prostituta) ha fallecido recientemente dejándolo prácticamente en la calle así que hastiado de su vida en Iquitos (la de finales de los 90) emprende un viaje hacia el Atlántico en busca de cualquier lugar que le asegure una vida mejor. La otra es la de su abuelo Sebastián, quien, casi 100 años atrás, primero llega a Cuba desde España para disputar una guerras ajena y luego viaja hacia América del Sur con el objetivo de hacerse rico mediante la extracción del caucho en la Amazonía.
Ciertamente, en cuestión de hechos, ese parentesco es la interconexión más concreta entre ambas historias (aunque en un aspecto metafórico se podría decir que además tienen en común que sus protagonistas más que viajando están constantemente huyendo de su situación emocional actual… pero solo estoy especulando) y esta casi única interconexión hace que en la práctica sea posible primero leer completamente una para luego pasar a la otra sin perderse ningún detalle, porque con tantos años de diferencia  un capítulo de una no tiene directa influencia sobre el siguiente capítulo de la otra. Pero una lectura así sería en cierta forma una experiencia incompleta porque se perdería la oportunidad de disfrutar el ritmo de la novela en su conjunto, ese in crescendo paralelo producto, lo menciono otra vez, del buen balance que ha logrado el autor. Definitivamente la novela no “cojea” por ningún lado aunque debo decir igual que si se trata de preferencias, la historia que me gustó un poco más fue la del abuelo por ser más remota haciendo que mi imaginación (por más cursi que suene) no sólo “viaje” por lugares desconocidos sino también en el tiempo; además que algo tiene de testimonio histórico al narrar las terribles circunstancias en que se produjo el boom del caucho por esa época.
No he leído tantos libros como quisiera así que la siguiente será posiblemente una observación superficial: “El Príncipe de los Caimanes”, por su estructura y estilo, me ha recordado a Vargas Llosa, a lo mejor de él, a sus novelas que contienen otras más pequeñas dentro, y ya solo por esto, justa o inexacta sea esta comparación, no puedo más que recomendar y mucho esta obra de Santiago Roncagliolo.

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domingo, 22 de abril de 2018

Acerca de "Loving Vincent"




“¿Quién soy yo en los ojos de lo demás? Un don-nadie, un fantasma, una presencia desagradable. Alguien que no tiene ni tendrá ningún lugar en la sociedad. En otras palabras, lo más bajo de lo bajo. Bueno, entonces, aunque esa sea la absoluta verdad, algún día quiero mostrar por mi trabajo lo que este don-nadie, este fantasma, tiene en su corazón.”
(De Vincent van Gogh a su hermano Theo)

Solo dos cosas sabía de "Loving Vincent" antes de empezar a verla. La primera era que había sido nominada a mejor película animada en los Oscars del 2018. La segunda, que no era un película animada convencional. ¿A qué me refiero con convencional? Pues a trazos 2d hechos a mano, polígonos 3d hechos en computadora, hasta "stop motion" (como en las películas de “Wallace And Gromit”). "Loving Vincent" se acerca más al primer tipo solo que cada cuadro de animación es literalmente un cuadro de los que uno podría colgar en alguna pared de su casa, es decir que están pintados por un artista sobre un lienzo utilizando las herramientas y técnicas propias de un estilo determinado. Y en este caso el estilo es el de Vincent van Gogh.
Por ello, por el título y por el estilo, lo adicional que sabía, no de antemano pero sí por simple deducción, era que esta película trataba sobre el pintor holandés.
Así que es biográfica, aunque no del tipo que abarca desde el nacimiento hasta la muerte del individuo, sino del que se enfoca en una época de su vida. En este caso los meses previos a su suicidio, solo que cuando empieza la película Van Gogh ya lleva fallecido un año. Y Theo van Gogh seis meses. Menciono a su hermano porque la premisa de la historia es que un cartero entrado en años, llamado Joseph Roulin, quien fuera amigo de Vincent, ha encontrado una carta de éste no enviada a Theo (con quien intercambiaba correspondencia prácticamente a diario) y le pide a su joven hijo, Armand Roulin, que haga todo lo posible (como cumpliéndole al fallecido pintor un último e implícito deseo) para que la carta llegue a las manos del hermano, a quien creen vivo pero cuya dirección actual desconocen. Averiguar esa dirección, que eventualmente sería lo mismo que averiguar la de la viuda de Theo van Gogh, llevará al hijo de cartero al sur de Francia, a una pequeña villa donde Vincent pasó sus últimas semanas. Ahí Armand conversará con varios residentes cuyos recuerdos sobre Vincent son representados a través de flashbacks.
Entonce son los flashback el principal recurso narrativo pero lo interesante, e inesperado, es que no sólo se usan para contar pasajes de la vida de Vincent, se usan además como piezas de un rompecabezas a resolver: el fallecimiento del pintor. La recolección de recuerdos harán que Armand empiece a dudar si lo de Vincent fue en verdad un suicidio (como aseguraron las noticias en su momento) al notar contradicciones en lo que cada uno de sus entrevistados le cuenta. ¿Mienten o sus recuerdos distorsionan la realidad? Para averiguarlo, para saber en quién puede confiar y en quien no, Armand prácticamente las hará de detective en esa villa, dándole a la película un inesperado toque de misterio.
En fin que la historia (triste, misteriosa, reflexiva) tiene mucho que ofrecer, así que afortunadamente la película no peca de ser “más estilo que sustancia”, pecado típico de las producciones que tienen un aspecto visual impactante. Igual no se puede negar que sí existe la tentación de olvidarse de la historia por unos instantes, hacer pausa, y apreciar con más detenimiento una que otra toma cinematográfica en ese breve intervalo de tiempo. Pero este efecto secundario es mínimo porque no sucede que el aspecto visual y narrativo estén aislados el uno del otro (lo que llevaría a una apreciación separada) sino todo lo contrario: en "Loving Vincent" el arte de Van Gogh "nutre" a la historia y está tan presente en ella que mucho de lo que se ve y que se oye, personajes, situaciones, escenas, son inspiraciones directas de muchas de sus pinturas.
Esta película es un bello y melancólico homenaje de 90 minutos a uno de los pioneros del arte moderno y no hay que ser un experto en pintura ni en cine para apreciarlo y disfrutarlo.

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domingo, 8 de abril de 2018

Acerca de "Sherlock Holmes Anotado" (edición de Leslie S. Kingler)



Sin necesidad de ser un experto detective, como Sherlock Holmes justamente, uno ya se puede ir dando cuenta de lo que contiene esta edición (a cargo de Leslie S. Kingler) con solo leer el título, el cual lleva su nombre más el adjetivo “anotado”. Sí, contiene todo lo que su creador, sir Arthur Conan Doyle, ha escrito sobre él (en el género de narrativa): las 61 historias, 4 novelas y 57 relatos, repartidas en 3 tomos de tapa dura que a su vez llevan los títulos de “Las Novelas”, “Relatos I” y “Relatos II”; más, por supuesto, anotaciones, infinidad de ellas y por todos lados, y que están adecuadamente bien desplegadas en los márgenes laterales para su fácil acceso y lectura. Menos obvio es que también contiene todos y cada uno de las ilustraciones de Sidney Paget que acompañaron a las primeras publicaciones de estas historias en la Strand Magazine allá en Londrés a finales del siglo XIX y a lo largo de las primeras décadas del siglo XX. Estas ilustraciones para mí son parte fundamental de este universo en especial porque lo primero que leí de Sherlock Holmes (tenía 12 años entonces) venía con esas imágenes (era un pequeño libro de tapa blanca de una colección que tal vez recuerdes: “Biblioteca de Aventura y Misterio”); lamentablemente pocas colecciones o antologías en la actualidad las incluyen. Ni esas ni de cualquier otro tipo o por otros ilustradores pero que en estos 3 tomos también lo están (como las que acompañaron a las primeras ediciones en Alemania o Estados Unidos) y que cumplen siempre la misma función de representar varias de las situaciones que se narran. Por el lado de las anotaciones estas también tienen su buena dosis gráfica: mapas, diagramas, portadas de libros, y fotografías de la inglaterra victoriana, lo que en su conjunto contribuyen a las anotaciones a cumplir su principal función que es la de contextualizar el mundo y época de Sherlock Holmes.
Y también están algunos artículos al final de ciertos relatos (a modo de complemento directo), así como fragmentos de análisis sacados de otros libros o provenientes de otros autores. Hasta cierto punto con solo ver lo voluminoso de cada tomo (que en su conjunto suman miles de páginas) uno puede esperar que haya de todo, hasta lo inimaginable. Para mí lo inimaginable fue lo incisivo que podían ser varios de los analistas. Se dice que a veces se critica lo que más se ama y acá hay muchos buenos ejemplos de ello porque es obvio que cada uno de los autores contribuyentes en estos análisis aman tanto el universo sherlockiano que lo han estudiado hasta el último detalle y por ello son capaces de identificar imprecisiones, y criticar por ello, a veces con dureza, las acciones del detective, tachando de ilógicas algunas de sus deducciones o poniendo en duda su capacidad moral en la forma de afrontar algunos de sus casos (como aquellos en los que se comete un crimen por una “buena causa” o en los que Holmes parece más interesado en demostrar cuán inteligente es sin importarle poner en peligro la seguridad de otros).
No estaba preparado para esto y es algo que me genera sentimientos encontrados. Porque si bien estas apreciaciones son más que interesantes y esclarecedoras, al final lo que sucede es que se desmitifica al personaje, aunque no al punto de degradarlo sino de mostrarlo más real que legendario. En parte esto es coherente con el enfoque común asumido por estos analistas quienes estudian a Sherlock Holmes como si se tratase de alguien de carne y hueso y no como un “simple” personaje literario, esforzándose en tal sentido de incluso querer otorgarle una ficha biográfica con lugares y fechas exactas, calculando datos cuando las historias en ese aspecto son imprecisas o ambiguas; historias que por supuesto, en este enfoque, sí han sido escritas por el doctor Watson y en donde Sir Arthur Conan Doyle solo cumplió el rol de editor. Pero en fin, que tanto “realismo” termina afectando la imagen que, proveniente de mi adolescencia, tenía de el detective de Baker Street, la de alguien inteligentísimo e infalible, cuyas deducciones me parecían tan perfectas que jamás se me habría ocurrido cuestionarlas. Esa imagen se me desdibuja un poco, pero que no quede duda que lo sigo queriendo y admirando pero ahora más como lo que creo que verdaderamente representa (aunque no sé si esta haya sido la intención de su creador), como abanderado de un medio para satisfacer ansias de aventura desde la comodidad de cualquier sillón, ansias dispuestas a pasar por alto una que otra inexactitud.
En conclusión, asumiendo por un momento que está al alcance de todos, “Sherlock Holmes Anotado” no es recomendable para quienes no hayan leído nada este personaje y quieran dar sus primeros pasos dentro de su universo; para ellos  lo mejor es (y estaría más a la mano) cualquier antología. Pienso que los editores al preparar esta colección, el público que tenían en mente es aquel que ya haya pasado por todas sus historias, cortas y largas, y quiera darle una relectura  que no se quede en lo nostálgico sino que le aporte más, y que tenga la suficiente mente abierta para plantearse nuevos puntos de vista que tal vez trastoquen algunos recuerdos de juventud.

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martes, 20 de marzo de 2018

Acerca de “El Oso, el Tigre, y los demás”



"El Oso, el Tigre y los demás" es un dibujo animado distinto a los otros que veía de niño. No tiene escenas de acción como en "Transformers", ni es tan chistoso como "Looney Tunes". Ni siquiera, visualmente hablando, es tan colorido como esos ejemplos. Entonces ¿por qué me gustaba tanto? Queda claro que no he mencionado las características anteriores como quejándome si bien lo pareciera porque son cosas que van contra la norma, contra el gusto general. Y tampoco es que me gustara por el simple hecho de ser distinto al resto; ese tipo de pretensiones son imposibles en cualquier niño. Me gustaba (ni más ni menos, sólo que de una forma especial) por lo que me proponía en sí y que era lo opuesto a lo de mis otros dibujos favoritos: mientras que estos me ofrecían estimulantes cuotas de emoción, adrenalina y risas, "El Oso... " me ofrecía una más que agradable sensación de serenidad. Creo que esto lo empezaba a sentir apenas percibía los gráficos, los cuales, aunque suene raro, me daban la impresión de no estar viendo un dibujo animado sino, por el estilo de los trazos y la forma de aplicar los colores, las páginas de un libro ilustrado que había adquirido vida. Pero más que esto, y ya que mencioné el coloreado, las tonalidades usadas, las cuales le dan a cada escena una aspecto colorido pero sin llegar a ser chillón ni estridente. Tonalidades que además van muy acorde con el temperamento controlado (y menos hiperactivo que en otro dibujos) de los personajes quienes, incluso los más alocados o problemáticos, lo demuestran en parte al hablar, pronunciando sus (breves) diálogos de una forma tranquila y pausada pero siempre conservando cierta musicalidad necesaria para evitar la monotonía. Y lo mismo se puede decir del narrador cuando cumple su rol de ser la voz interior de los los personajes y, por supuesto, de contextualizar las historias, las cuales transcurren en pequeños pueblos o bosques, siendo, en el primer caso, humanos los personajes, y en el segundo, animales, pero que no se crea que son fábulas: acá no hay irritantes moralejas al final. Tampoco hay robots queriendo conquistar el planeta, ni coyotes sufriendo accidentes una y otra vez: las historias son simples y abarcan temas desde lo cotidiano, como cuando el tigresito se enferma y va al hospital, hasta algo más aventurero o peligroso, como la vez que un trío de ladrones mantuvieron en zozobra a una comunidad de aldeanos. Esta variedad me hace dudar un poco de cúal debería ser la edad recomendada para ver la serie, más aun en esta época en la que se cuida mucho más todo lo que consumen los niños. Su simpleza me hace pensar que es para niños muy pequeños pero por su naturaleza a veces aventurera creo que es para niños un poco más grandes. Aunque constantemente es la ya mencionada serenidad, apta para todas las edades, la que se impone. No sé hasta qué punto sea atractivo para los niños de estos tiempos esa serenidad, esos colores, esos gráficos, esas historias. Yo lo disfruté en su momento cuando tenía 10 años (hace unos 25) y lo sigo haciendo en la actualidad, de vez en cuando, ahora con nostalgia añadida, gracias a YouTube.

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viernes, 23 de febrero de 2018

Acerca de “Steve Jobs” (2015)




“Steve Jobs” son dos horas de él discutiendo con otras personas… and I love it.
Claro, esa es una forma demasiado simple de resumir la película. Y claro, no es la falta de otro tipo de situaciones lo que me enamora de ella, pero es que con esos diálogos basta y sobra.
Aunque la abundancia de estos y la ausencia de aquellos seguramente fue para los realizadores una cuestión obligatoria y no algo decidido con total libertad. Porque estaban obligados a diferenciarse de la otra película sobre la vida del co-fundador de Apple, “Jobs” (protagonizada por Ashton Kutcher), estrenada apenas dos años atrás. Y el resultado de esas circunstancias fue esta biopic que lo es pero a la vez no.
Viendo “Steve Jobs” uno no “aprende” los típicos datos biográficos como fechas y lugares de nacimiento o muerte, o alguna otra información que podría considerarse externa; sino uno aprende directamente sobre quién era él desde un perspectiva más interior: su forma de ser, su mentalidad y todo aquello que definiera su personalidad. Y nada como una situación difícil para demostrar la verdadera personalidad de alguien, y eso es lo que hacen los realizadores al convertir al espectador en testigo de tres momentos claves y específicos en la vida de Steve Jobs, los que dividen y determinan la estructura de la película: el anuncio de la Macintosh en 1984, el anuncio de la computadora Next en 1988, y el anuncio de la IMac en 1998. Siendo un poco más exacto, sitúan al espectador a menos de una hora previa a cada uno de esos eventos.
Puede que no suene muy dramático pero hay que tener en cuenta que aparte de los millones y millones de dólares que estaban en juego, también lo estaban el nombre del propio Steve Jobs y su visión sobre la tecnología. Y si a esto se le suma el hecho de que su situación actual, personal y laboral antes de cada una de esas presentaciones no le eran favorables, uno ya se puede ir imaginando la inmensa presión que tuvo que haber sentido.
En consecuencia, aquellos momentos detrás de escenarios de grandes auditorios son de pura tensión, la que se manifiesta a través del diálogo como vía de expresión más importante, y cuya intensidad hace que para nada uno extrañe escenas con más “acción”. Esto gracias a las magníficas interpretaciones de los actores (A1 en su mayoría): Jobs (Michael Fassbender) coordinando (en un constante tira y afloja) con su manager/mejor-amiga, Joanna Hoffman (Kate Winslet); Jobs respondiendo a los pedidos del otro co-fundador de Apple, Steve Wozniak (Seth Rogen, actor de mil comedias que sorprende en este rol dramático); Jobs aclarando las cosas con “el hombre que despidió a Steve Jobs de Apple”, John Sculley (Jeff Daniels). Además Jobs imponiendo su autoridad sobre uno de sus ingenieros, Jobs siendo confrontado por la madre de su hija, y Jobs lidiando lo mejor que puede con esta última en sus etapas como infante, niña y joven-adulta.
Las frases van y vienen, los personajes no dudan al hablar, prácticamente no hacen pausas, saben qué decir y lo que sale de sus bocas suele ser algo contundente. De repente los diálogos no suenen muy naturales a veces pero esto se compensa con el impacto causado. Y presente en toda esta energía y dinamismo, no visible en la pantalla pero bien representado por esas frases y palabras, el originario de estas: Aaron Sorkin, guionista de la película.
El predominio de estas interacciones es tal que, sumado al uso de espacios reducidos y limitados, en ocasiones da la sensación de estar contemplando una pieza teatral, aunque esta sensación se interrumpe, pero para bien, con flashbacks que matizan estas situaciones.
Justamente tal vez lo único que lamento de la película es cuando los diálogos se acaban por completo (minutos antes de que aparezcan los créditos) y se reemplazan por miradas, gestos y recuerdos acompañados con una música entre nostálgica y melancólica que en su conjunto hace que esos minutos no encajen bien con el tono general de la película. Un final demasiado condescendiente para con el espectador.
Tratándose de una película basada en hecho reales, siempre queda la duda de si las cosas pasaron en realidad así como uno las ve. En especial la coincidencia de que antes de cada uno de esos eventos siempre aparecieran los mismos personajes para tener que decirle algo a Steve Jobs. Tal vez fue sí, tal vez no. Se podría investigar al respecto pero ¿para qué? Si eso, la exactitud biográfica, no importa. Para los realizadores lo que importa es transmitir su visión de quién era Steve Jobs y lo logran a través de esos enfrentamientos verbales cuyos retadores se repiten con el tiempo porque es la mejor forma de medir su evolución, principalmente la de Jobs quien, no es difícil de suponer, tuvo que haber tenido una personalidad compleja para lograr que su visión de la tecnología trascendiera incluso más allá de ese mundo.

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