domingo, 30 de septiembre de 2018

Acerca de Sugoi (algunos recuerdos más o menos precisos)



Marzo 2018…
Dragon Ball Super ha emitido su último episodio en la televisión de Japón y junto a los japoneses prácticamente el resto del mundo lo ha visto a la vez. Quiero decir gente de Europa, Norteamérica, Latinoamérica, etc. Y de forma legal, al menos los que tienen cuenta en algún servicio de streaming autorizado y lo hayan visto desde sus casas. Porque hubieron otras formas como las proyecciones públicas que se hicieron en distintos países sin la autorización de los creadores y distribuidores de la serie. Aunque algunos de sus organizadores aseguraron tener todos los permisos necesarios. Lo dudo pero ya qué podía hacer Toei Animation, ¿apelar a las autoridades? Bien difícil que consiguieran resultados cuando muchas de estas autoridades eran las que estaban detrás de la organización de dichos eventos, quienes aseguraron también que un suceso de esta magnitud (por el interés generado) merecía la mayor difusión posible dentro de la comunidad. O sea que, por ejemplo, el alcalde que proyectó el último episodio en una plaza y sin cobrar entrada lo hizo de pura buena gente. ¿Y no lo hizo por quedar bien con sus vecinos y votantes aprovechando la renovada popularidad de Dragon Ball? Como sea, la asistencia masiva a estos eventos no deja duda de que fueron un éxito.
Pero me distraigo en detalles que al fin al cabo no importan o que en todo caso se pueden investigar con una simple búsqueda en Internet (tengo las noticias de Google en frente de mí en estos momentos con varios enlaces sobre lo sucedido). Lo importante, lo es para mí, es algo que mencioné y creo que apunto estuvo de pasar desapercibido: infinidad de fans de Dragon Ball Super, a lo largo y ancho del globo, vieron su último episodio a… la… vez…

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Septiembre 2017…
Estoy de vacaciones y acabo de terminar de ver el último episodio de la segunda temporada de Attack On Titan. Hasta la fecha la serie cuenta con más de 40 episodios y están distribuidas en 2 temporadas. Pues bien, aprovechando justamente estas vacaciones, y porque mucho me habían recomendado la serie, me la vi toda en 3 intensos días de maratones. Y cada uno de esos episodios los vi por YouTube. Sé que YouTube no es la vía oficial pero esta vez me ha dado pereza buscar una de esas vías cuando más fácil me resultó comprobar que en el servicio de videos de Google está todo lo que necesito. Claro que con sacrificios que van desde una baja resolución hasta los trucos para evitar tener problemas de copyright, como invertir la imagen, ponerle marcos, o aumentar un poco la velocidad de reproducción (lo que hace que las voces suenen algo chillonas). Pero el mayor sacrificio es cuando el audio no es el ideal, y lo ideal es en japonés (con subtítulos, claro). Ví lo que fui encontrando y no siempre fue en su idioma original así que muchos episodios tuve que verlos con doblaje de Estados Unidos o de España, y la verdad es que, lejos de ser una tragedia, me acostumbré rápidamente a ello. Aunque al comienzo el acento español me distrajo de la lucha de la humanidad contra los titanes, y fue por por pura nostalgia: me daba la sensación de que en cualquier momento escucharía el nombre “Songohanda” (pronunciado así) o vería a alguien lanzar desde sus manos un rayo de energía al grito de “onda vital”. Sí, hablo de Dragon Ball Z con el doblaje de España y que muchos recordamos por las películas que se podían conseguir, en cintas vhs piratas, a mediado de los 90 en cualquier mercado de Perú a 8 o 10 soles y que luego pasaban de mano en mano.
Curiosamente fue con este doblaje que vi por primera vez DBZ, pero sin saber que estaba viendo DBZ. Se suponía que lo que vería, alguna tarde de 1995 o 1996, era una película llamada "Los Guerreros de Plata". Era lo que decía la etiqueta del video en cuyo empaque venía apenas superpuesta una fotografía mal tomada de un personaje con gesto aguerrido y pelos dorados. El video me lo había prestado un primo sin mayores referencias solo que se trataba de otro dibujo animado japonés, en consecuencia, de visión obligatoria, porque ya empezábamos a desarrollar una afición por estos desde que nos dimos cuenta que nuestros dibujos favoritos provenían de ese país, como Supercampeones y Caballeros del Zodiaco. Menos de una hora después la película ya había acabado y yo no había entendido nada. Dos androides vienen de no sé dónde, se despachan a un montón de súper héroes (desconocidos para mí) en un 2x3 y los dos únicos supervivientes de esta masacre son los siguientes a enfrentarlos, pero con poco éxito: sólo queda uno con vida, un muchacho de cabello lila. Y cuando parece que la trama va a tomar un giro interesante, para darle vuelta a tanta derrota, con el último de los héroes vivos iniciando un viaje en una máquina del tiempo… la película acaba. Ahora es obvio que me refiero a “La Historia de Trunks”, especial de TV que sirve de preámbulo al inicio de la saga de los Androides y Cell en DBZ, pero cuando lo vi por primera vez (en una época en la que creo todavía no se estrenaba Dragon Ball original, o sea con Gokú de niño, en el Perú) ni los diseños, ni los nombres ni nada me pareció remotamente familiar. También es ahora obvio que peor pirateado no pudo estar ese video al poner el título de otra película  de DBZ (“Los Guerreros de Plata”) en la etiqueta.
Sería el mismo primo, un tiempo después, en 1997, quien me prestaría la Sugoi N° 1 y al leerla aprendí que a los dibujos japoneses se les dice anime y que la mayoría se basan en sus propios mangas, el equivalente al cómic en Japón. Muchos de estos mangas tienen la historia muy avanzada al momento de ser llevados a la animación, lo que me hace pensar que tal vez deba buscar el manga de Attack On Titan porque con muchas ganas me he quedado de saber más. Ojalá lo encuentre en PDF.

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Octubre 1998…
Se apagan las luces en el auditorio, los murmullos ceden y por unos segundos el silencio y la oscuridad es total, hasta que de los parlantes se empieza a escuchar la voz de una mujer que canta mientras un logo que dice Gainax hace su aparición en la pantalla. La canción y las imágenes son reconocidas de inmediato. La gente grita, aplaude y aunque dudo un instante en hacerlo, finalmente dejo que mi emoción también se exprese, y grito y aplaudo con ellos durante casi todo el opening del anime que morimos por ver: Evangelion. Es el anime más anticipado del momento, por así decirlo, por los artículos en la revista Sugoi y por los reportajes de Sugoi en su programa de tv emitido por el canal 33 UHF. ¡Y es Evangelion lo primero que vamos a ver! Algo se sospechaba, algunos rumores se habían oído por ahí de lo que sería la programación del día, no anunciada antes para crear cierta sensación de sorpresa, supongo. Pues bien, resultó, porque todos estamos gratamente sorprendidos. Mejor arranque imposible para esta nuestra primera reunión: somos el recientemente establecido grupo 3 del club Sugoi; grupo 3 porque a estas alturas somos tantos los miembros que el auditorio, cuya capacidad es para más o menos 300 personas, no podría contenernos a todos en una única reunión. Así que este domingo (los dos anteriores fueron para los otros dos grupos) finalmente llegó nuestro turno.
Unas dos horas antes, a eso de las 7 de la mañana, me tuve que levantar de mi cama y creo que nunca antes, en mis 16 años de vida, había abierto los ojos tan emocionado un domingo a esas horas. Aunque más o menos ya los tenía abiertos desde antes porque apenas había podido dormir por la emoción; es más, no habría tenido problemas en levantarme más temprano de haber sido necesario, pero fue suficiente a la hora que lo hice, estando este auditorio, el del colegio Champagnat, en el centro de Miraflores, no tan lejos de mi hogar en Magdalena. LLegué a las 8:30 y me agradó confirmar que no íbamos a ser pocos viendo la cantidad de gente que hacía cola para entrar. Un vistazo a tu carnet de socio por parte de los que cuidaban la entrada y listo, podías pasar. No había mucho qué ver en la antesala así que directo fui al auditorio a buscar asiento; conforme fue llenándose la expectativa general se hacía más palpable. Y dieron las 9, la hora de la cita.
Serán 4 horas de animes que no decepcionarán, con un break a media mañana para estirar las piernas o para ir al baño y en el que la antesala, previamente vacía, aparecerá ahora poblada de mesas con toda una parafernalia de productos a la venta sobre ellas: libros ilustrados, cds y cassettes de música, posters, polos… y cuyos precios me permitirán tan solo verlos con curiosidad, aunque con un poco de dificultad porque no pocos serán los que se agrupen alrededor de esas mesas, pero siempre con buena ánimo y camarería como al inicio, al momento de buscar asiento o en el regreso a la sala, tras el break, en donde los sitios previamente ocupados se respetarán sin ningún problema; y es que estamos contentos todos.
Así que cuando acaba la primera ova de Rayearth y se prenden las luces y se anuncia que, siendo la 1 de la tarde, es el final de la reunión, ya no sorprenderá tanto si digo que en nuestros rostros, mientras abandonamos el recinto en orden, es evidente la alegría. El anhelo de ver anime es ahora realidad. O tal vez, mejor dicho, ver “más” anime, más de lo poco que ofrece la televisión, y de la mejor forma posible, o sea, en japonés. Solo lamento no haberme animado antes a meterme de lleno en este asunto porque mi carácter dubitativo (que dudó de las implicancias económicas de iniciar un hobby) me había hecho no tomar en serio las iniciativas que Sugoi venía llevando a cabo desde más o menos un año atrás: la revista, el club, las maratones... Hasta que finalmente, un par de meses antes de esta reunión, mi curiosidad pudo más y compré la Sugoi más reciente por entonces, la número 7, la que tiene al Eva 01 (el robot pilotado por el protagonista de Evangelion) en su portada. La leí y me quedó claro que algo se estaba forjando en el país y me lo estaba perdiendo, sensación que decidí de una vez remediar las semanas posteriores cuando, luego de leer en la Sugoi N° 8 sobre la apertura del grupo 3, fui por primera vez a las instalaciones de Sugoi en el Centro Comercial Arenales, a inscribirme al club. Esos son mis antecedentes y seguramente cada uno de estos nuevos miembros tienen los suyos propios, pero todos tenemos en común el haber dado juntos este primer paso de algo que promete nos llenará con incontables horas de entretenimiento. Por ello es lógico que exista cierta tristeza también, al menos en mí, porque ahora no queda más que esperar un mes hasta la próxima reunión.
Las mesas en el vestíbulo también ya están vacías, el que vende los sanguches (nunca falta uno) remata todo a un sol, y en la puerta del recinto cada miembro que sale recibe un pliego de una sola hoja papel A3 a colores en donde por un lado se resume la programación y por el otro hay un poster de Rurouni Kenshin. Es el boletín del club y tiene nombre propio: Masaka.

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Diciembre 2000…
Masaka es el boletín del club Sugoi y es en la actualidad una revista de 24 páginas en blanco y negro. En sus inicios, cuando solo era un pliego de papel, se limitaba a resumir la programación del mes, ahora tiene espacio de sobra para otros segmentos: artículos varios, noticias, preguntas y respuestas… Incluso tiene espacio para un poco de publicidad el cual consta básicamente de anuncios de otros productos de Sugoi, como su línea de videos vhs fansub (llamada AFI-SUB). En este caso los próximos videos a salir (y con estos ya serán más de 30 publicados) son Mononoke Hime y Street Fighter Zero. El segundo no me interesa así que lo descarto de inmediato. Dudo con el primero. Por supuesto sé de su calidad pero conseguir esos más de 30 soles que me va a costar (y eso con el descuento ya aplicado por ser miembro del club) serán un dolor de cabeza para mí, un alumno de Pitágoras preparándose para ingresar a la UNI y cuya situación económica familiar, aunque ha mejorado con los años, todavía no alcanza para garantizar propinas o para “lujos” como televisión por cable (y muero de ganas de ver el canal Locomotion del cual muchos me hablan últimamente). Además que todavía me falta completar Evangelion: voy 4 videos y me faltan creo 2 más los cuales saldrán a la venta en los próximos meses… y luegos las películas… Sé que podría recurrir a Polvos Azules y gastar mucho menos ahí pero lo más probable que el anime que encuentre esté con doblaje de España y por supuesto sin nada que se parezca a los empaques de Sugoi, los que por unos segundos te hacen creer que lo que tienes en tus manos es un producto oficial (nada lo es finalmente ante la ausencia de distribuidores oficiales en el país), y vaya que me gusta apreciar mi pequeña colección de animes en sus bonitas cajas bien ubicadas en una parte de mi biblioteca… Y pensar que quienes no me conocen bien me dicen tacaño al ver como “no” gasto: si supieran que constantemente estoy ahorrando para esto.
Por cierto que Evangelion es la portada de esta Masaka, la número 36. No es casualidad, pasó lo que parecía imposible: el canal 5 está pasando Evangelion. El canal 2 tiene a Pokemon, el 4 tiene Dragon Ball, y el 5 no podía quedarse atrás y por supuesto alguna ganancia quiere sacarle a este boom del anime en el país que aún resuena con fuerza. Pero menos fuerte que hace un año atrás, al menos es lo que siento. No digo que vaya a desaparecer o que haya señales que lo demuestren, es solo que el anime se ha ido volviendo algo más normal y cotidiano con mayor presencia en los medios y en la consciencia colectiva. ¿Pero acaso no es este el objetivo de todos los que están detrás de esta movida? Dicho de otra forma el anime y los otakus llegaron para quedarse… Aunque yo esté apunto de abandonar el club. Puede que suene contradictorio pero es algo en lo que vengo pensando desde hace un par de semanas. Evangelion ya acabó, Cowboy Bebob ya acabó, Rurouni Kenshin también y con ellas otras de mis series favoritas que ha pasado el club, y siento que han dejado la vara bien alto, casi inalcanzable para las series siguientes (Nadesico de plano no me gusta). Lo mejor de las últimas reuniones han sido ovas y películas, aún así las 7 horas que en la actualidad dura una reunión ya las empiezo a sentir un poco pesadas. Y como yo soy de aquellos que creen en las señales, la noticia que nos dieron al final de la reunión de hoy  medio que reafirma mi idea de que es hora de un cambio: hoy fue la última reunión en el auditorio del colegio Champagnat (porque los curas algo distinto quieren hacer con sus instalaciones), para el próximo año se harán en el CC Arenales, en la sala del cine que está en el último piso.

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Marzo 2018…
Por supuesto que esto, ver un anime casi en forma simultánea con Japón, no es nuevo. Es algo que ya viene sucediendo desde hace un tiempo pero creo que, coincidiendo con la cobertura que ha tenido en los medios este último episodio de Dragon Ball Super, recién ahora tomo conciencia de esto que no se me ocurre otra forma de denominarlo más que de maravilla. Para los que nacieron pasando el 2000 tal vez no le vean nada de maravilloso algo que para ellos es cotidiano, pero para mí que nací a inicio de los años 80 y he sido testigo de la evolución de muchas cosas, entre ellas de la forma de ver anime, significa la plena satisfacción de haber alcanzado una meta que en mi adolescencia parecía imposible. Tal vez de no haber estado desconectado del anime como lo estuve en la época que tanto el dvd como la internet empezaba a ser algo de consumo común me habría percatado del momento más preciso en que sucedió este milagro. Fue tras dejar el (ya desaparecido) club Sugoi a mediados del 2001 que empezó esta desconexión porque otros intereses aparecían en mi vida. Tampoco fue algo absoluto. Más o menos se restableció con la aparición de hitos como el canal Animax (Q.E.P.D) donde vi Gantz y Full Metal Alchemist; o algo más reciente con la llegada del servicio de streaming Netflix al Perú, el cual me dio la oportunidad de disfrutar Death Note y Full Metal Alchemist Brotherhood. O sea que ha sido cuestión de seguir un par de animes específicos y nada más. El año pasado vi finalmente Attack On Titan convencido por las muchas recomendaciones de mis amigos y porque sus 40 y tantos episodios hasta esas fechas me eran más manejables que, por ejemplo, los cientos y tantos de Naruto y Bleach, que ya la simple idea de verlos me da mucha pereza. Me convenció también descubrir que todo AoT estaba en YouTube… ¡Pero si hasta ya se puede ver anime en YouTube! Me falta comprobar si ya está ahí la tercera temporada.
Los tiempos son propicios para ser otaku y tal vez no sea mala idea tratar de re-engancharme de nuevo, estar al tanto de lo que actualmente se esté viendo o sea popular, o de ponerme al día con alguna buena serie recientemente finalizada. Dragon Ball, por ejemplo. ¿Qué tal ha estado “Super”? Yo me quedé en Z (durante los años que fue un boom en nuestra televisión). GT lo dejé a medias, como hicieron muchos creo, aunque sí llegué a ver los últimos minutos de su último episodio en el que casi derramo alguna lágrima por el recorrido en imágenes que se hace de los momentos más memorables de todo Dragon Ball y todas sus sagas, mientras Dan Dan… va sonando como música de fondo y el narrador agradece a los fans y se despide de ellos para siempre (supuestamente). De Super he escuchado cosas buenas y malas. Tal vez el comentario más gracioso que escuché fue de un compañero de trabajo: “No me gusta Dragon Ball Super pero no puedo dejar de verlo”. Tú, ¿me la recomiendas?

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domingo, 2 de septiembre de 2018

Acerca de Monty Python



En algún momento pasado el 2006 me llamó la atención el pie gigante que sorpresivamente aplastaba a Los Simpsons al final de uno de sus "chistes de sofá". Intuyendo que se trataba de una referencia a algo importante investigué y vaya las sorpresas que me di. Primero que esa extremidad tenía denominación propia, “el pie de Monty Python”; y, más sorprendente aún, que el nombre al que hace referencia no es el de un director de cine como yo creía por esa época. Y esto por el título de la única película que había visto de “él”: “De Monty Python: El Sentido de la Vida”. Así al menos lo traducía el anunciador justo antes de que empezara, en una tarde de zapping 2 o 3 años atrás. Pues no, el responsable de aquella película en donde con una canción se le rinde culto al espermatozoide, en donde un profesor da una clase de educación sexual mientras tiene sexo con su esposa, o en donde el comensal más glotón que haya existido literalmente revienta de tanto comer en un restaurante, y otros sketches e imágenes inolvidables que en conjunto tratan de explicar de qué va la vida (¡y lo consiguen!); el autor de todo esto que tan gratamente me había impactado, pues no es un individuo: son 6 cómicos ingleses que bajo el nombre grupal de “Monty Python” hicieron de las suyas desde finales de los años 60 hasta mediados de los 80. También sería una sorpresa descubrir que el lenguaje de programación Python debía su nombre en homenaje a ellos y que el correo “spam” era una alusión a uno de sus sketches… y apenas mi investigación iba empezando. La primera conclusión de la misma es que en efecto Los Simpsons habían referenciado algo importante.
YouTube ya existía así que fue ese mi segundo destino (luego de Wikipedia) y fue allí donde constaté que justamente el sketch como medio expresivo era la piedra angular de Monty Python. Armar toda una película a base de estos había sido una de las razones por las que “El Sentido de la Vida” (1983) me había parecido tan original, aunque finalmente no fuese tan así, no porque hubiese sido una copia sino porque resultó que esta forma de hacer comedia era la que los había hecho famosos previamente a través de su programa de TV: “El Circo Volador” (1969 - 1974). Vi mucho de este programa en YouTube, igualmente repasé varias de las escenas de “El Sentido de la Vida” (y con cada repaso la película iba escalando posiciones en mi lista de favoritas), y otros tantos clips más de otras de sus producciones, pero en un momento me quedó claro que debía parar. Estaba ante algo que pasada mis risas empezaba a dejar algún eco en mí, con un humor que partía de premisas imposibles (tener que pagarle a alguien para tener una discusión), que podía mezclar conceptos profundos con lo más banal (el partido de fútbol entre filósofos occidentales y orientales), y con una narrativa a veces fantástica pero al revés en donde lo extraordinario se vuelve común y viceversa (el “superhéroe” que reparaba bicicletas en un pueblo habitado por supermanes), sin dejar lado la sátira a la burocracia y a la vida cotidiana... si lo estaba disfrutando así, por pequeñas dosis, me quedó claro que lo disfrutaría mucho más si veía por completo cada una de estas producciones. Igual no pude evitar ver el glorioso final de "La Vida de Brian" con todos los crucificados silbando con regocijo "Siempre mira el lado brillante de la vida" (cantada por Eric Idle), canción a la que hasta ahora recurro en los momentos que necesito alegrarme un poco.
Con el paso de los años pude ver las 2 películas restantes: “El Santo Grial” (1972) y “La Vida de Brian” (1979). Mientras iba reconociendo en otras de mis comedias favoritas (Family Guy, 30 Rock, South Park...) más referencias directas e indirectas a Monty Python. Pendientes en su filmografía me quedan algunas antologías, especiales y shows, pero de estos últimos solo me interesan aquellos en donde aún estén presentes todos sus miembros originales (lamentablemente Graham Chapman falleció en 1989). Pero la producción que dio origen a todo en 1969 la pude ver al fin este 2018, sus 4 temporadas completas, gracias a Netflix.
Quedé hechizado desde los primeros segundos del primer episodio, con un náufrago (Michael Palin) que a duras penas puede salir del agua para luego recorrer una mediana distancia hasta colocarse a un paso de la cámara para solo decir: “Es...”. De una flores emergen las palabras “Monty Python’s Flying Circus” al mismo tiempo que se inicia una extraña secuencia animada que musicalizada con una marcha terminará de pronto con un pie; sí, el mismo pie que aplastaba a Los Simpsons hace acá su primera aparición para también aplastarlo todo y dar paso al primer sketch. Fue curioso cómo al ver los primeros episodios fue como ver de nuevo “El Sentido de la Vida”: creyendo que vería media hora de sketches sueltos resultó que, como en la película (pero menos marcado), cada episodio tiene un tema que más o menos guía a los sketches y que estos, como en la película también, varias veces dan pie directamente a otros o se superponen entre sí prescindiendo de límites (inicio, final) o incluso del “remate del chiste”. Tal vez el límite más claro entre algunos sketches son las animaciones (de Terry Gilliam) tan graciosas como extrañas, hechas con recortes de fotografías o de pinturas además de dibujos y colores psicodélicos. Fue gratificante comprobar con cada nuevo episodio (en especial de sus dos primeras temporadas), y ahora sí de forma plena, que estos cómicos sí eran unos genios, que no solo se trataba de humor absurdo: existía un método detrás de tanta locura, y que el rango de este humor podía ir y venir desde lo intelectual (el concurso de resumir la obra de Proust en menos de un minuto) hasta lo escatólogico (al pie le suele acompañar el sonido de una flatulencia), desde lo simple (el organista desnudo, interpretado por Terry Jone) hasta lo elaborado (el chiste más peligroso del mundo), rompiendo muchas veces de paso la “cuarta pared”. Monty Python es magia y viene bien esta palabra tratándose esto de un “circo”.
En la segunda temporada al náufrago se le sumaría el anunciador (John Cleese) que solemnemente presentaría el programa con “y ahora algo completamente diferente”. Para mí esa frase es la esencia de Monty Python, un humor absurdo que busca sorprender con lo inesperado antes que impactar con un gag ya conocido. De repente no sea un humor para todos al que se le pueda acusar de “muy británico”, pero con un poco de mente abierta es un humor que, incluso cuando un chiste no funcione, nunca pasará desapercibido.

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