domingo, 2 de septiembre de 2018

Acerca de Monty Python



En algún momento pasado el 2006 me llamó la atención el pie gigante que sorpresivamente aplastaba a Los Simpsons al final de uno de sus "chistes de sofá". Intuyendo que se trataba de una referencia a algo importante investigué y vaya las sorpresas que me di. Primero que esa extremidad tenía denominación propia, “el pie de Monty Python”; y, más sorprendente aún, que el nombre al que hace referencia no es el de un director de cine como yo creía por esa época. Y esto por el título de la única película que había visto de “él”: “De Monty Python: El Sentido de la Vida”. Así al menos lo traducía el anunciador justo antes de que empezara, en una tarde de zapping 2 o 3 años atrás. Pues no, el responsable de aquella película en donde con una canción se le rinde culto al espermatozoide, en donde un profesor da una clase de educación sexual mientras tiene sexo con su esposa, o en donde el comensal más glotón que haya existido literalmente revienta de tanto comer en un restaurante, y otros sketches e imágenes inolvidables que en conjunto tratan de explicar de qué va la vida (¡y lo consiguen!); el autor de todo esto que tan gratamente me había impactado, pues no es un individuo: son 6 cómicos ingleses que bajo el nombre grupal de “Monty Python” hicieron de las suyas desde finales de los años 60 hasta mediados de los 80. También sería una sorpresa descubrir que el lenguaje de programación Python debía su nombre en homenaje a ellos y que el correo “spam” era una alusión a uno de sus sketches… y apenas mi investigación iba empezando. La primera conclusión de la misma es que en efecto Los Simpsons habían referenciado algo importante.
YouTube ya existía así que fue ese mi segundo destino (luego de Wikipedia) y fue allí donde constaté que justamente el sketch como medio expresivo era la piedra angular de Monty Python. Armar toda una película a base de estos había sido una de las razones por las que “El Sentido de la Vida” (1983) me había parecido tan original, aunque finalmente no fuese tan así, no porque hubiese sido una copia sino porque resultó que esta forma de hacer comedia era la que los había hecho famosos previamente a través de su programa de TV: “El Circo Volador” (1969 - 1974). Vi mucho de este programa en YouTube, igualmente repasé varias de las escenas de “El Sentido de la Vida” (y con cada repaso la película iba escalando posiciones en mi lista de favoritas), y otros tantos clips más de otras de sus producciones, pero en un momento me quedó claro que debía parar. Estaba ante algo que pasada mis risas empezaba a dejar algún eco en mí, con un humor que partía de premisas imposibles (tener que pagarle a alguien para tener una discusión), que podía mezclar conceptos profundos con lo más banal (el partido de fútbol entre filósofos occidentales y orientales), y con una narrativa a veces fantástica pero al revés en donde lo extraordinario se vuelve común y viceversa (el “superhéroe” que reparaba bicicletas en un pueblo habitado por supermanes), sin dejar lado la sátira a la burocracia y a la vida cotidiana... si lo estaba disfrutando así, por pequeñas dosis, me quedó claro que lo disfrutaría mucho más si veía por completo cada una de estas producciones. Igual no pude evitar ver el glorioso final de "La Vida de Brian" con todos los crucificados silbando con regocijo "Siempre mira el lado brillante de la vida" (cantada por Eric Idle), canción a la que hasta ahora recurro en los momentos que necesito alegrarme un poco.
Con el paso de los años pude ver las 2 películas restantes: “El Santo Grial” (1972) y “La Vida de Brian” (1979). Mientras iba reconociendo en otras de mis comedias favoritas (Family Guy, 30 Rock, South Park...) más referencias directas e indirectas a Monty Python. Pendientes en su filmografía me quedan algunas antologías, especiales y shows, pero de estos últimos solo me interesan aquellos en donde aún estén presentes todos sus miembros originales (lamentablemente Graham Chapman falleció en 1989). Pero la producción que dio origen a todo en 1969 la pude ver al fin este 2018, sus 4 temporadas completas, gracias a Netflix.
Quedé hechizado desde los primeros segundos del primer episodio, con un náufrago (Michael Palin) que a duras penas puede salir del agua para luego recorrer una mediana distancia hasta colocarse a un paso de la cámara para solo decir: “Es...”. De una flores emergen las palabras “Monty Python’s Flying Circus” al mismo tiempo que se inicia una extraña secuencia animada que musicalizada con una marcha terminará de pronto con un pie; sí, el mismo pie que aplastaba a Los Simpsons hace acá su primera aparición para también aplastarlo todo y dar paso al primer sketch. Fue curioso cómo al ver los primeros episodios fue como ver de nuevo “El Sentido de la Vida”: creyendo que vería media hora de sketches sueltos resultó que, como en la película (pero menos marcado), cada episodio tiene un tema que más o menos guía a los sketches y que estos, como en la película también, varias veces dan pie directamente a otros o se superponen entre sí prescindiendo de límites (inicio, final) o incluso del “remate del chiste”. Tal vez el límite más claro entre algunos sketches son las animaciones (de Terry Gilliam) tan graciosas como extrañas, hechas con recortes de fotografías o de pinturas además de dibujos y colores psicodélicos. Fue gratificante comprobar con cada nuevo episodio (en especial de sus dos primeras temporadas), y ahora sí de forma plena, que estos cómicos sí eran unos genios, que no solo se trataba de humor absurdo: existía un método detrás de tanta locura, y que el rango de este humor podía ir y venir desde lo intelectual (el concurso de resumir la obra de Proust en menos de un minuto) hasta lo escatólogico (al pie le suele acompañar el sonido de una flatulencia), desde lo simple (el organista desnudo, interpretado por Terry Jone) hasta lo elaborado (el chiste más peligroso del mundo), rompiendo muchas veces de paso la “cuarta pared”. Monty Python es magia y viene bien esta palabra tratándose esto de un “circo”.
En la segunda temporada al náufrago se le sumaría el anunciador (John Cleese) que solemnemente presentaría el programa con “y ahora algo completamente diferente”. Para mí esa frase es la esencia de Monty Python, un humor absurdo que busca sorprender con lo inesperado antes que impactar con un gag ya conocido. De repente no sea un humor para todos al que se le pueda acusar de “muy británico”, pero con un poco de mente abierta es un humor que, incluso cuando un chiste no funcione, nunca pasará desapercibido.

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