viernes, 23 de febrero de 2018

Acerca de “Steve Jobs” (2015)




“Steve Jobs” son dos horas de él discutiendo con otras personas… and I love it.
Claro, esa es una forma demasiado simple de resumir la película. Y claro, no es la falta de otro tipo de situaciones lo que me enamora de ella, pero es que con esos diálogos basta y sobra.
Aunque la abundancia de estos y la ausencia de aquellos seguramente fue para los realizadores una cuestión obligatoria y no algo decidido con total libertad. Porque estaban obligados a diferenciarse de la otra película sobre la vida del co-fundador de Apple, “Jobs” (protagonizada por Ashton Kutcher), estrenada apenas dos años atrás. Y el resultado de esas circunstancias fue esta biopic que lo es pero a la vez no.
Viendo “Steve Jobs” uno no “aprende” los típicos datos biográficos como fechas y lugares de nacimiento o muerte, o alguna otra información que podría considerarse externa; sino uno aprende directamente sobre quién era él desde un perspectiva más interior: su forma de ser, su mentalidad y todo aquello que definiera su personalidad. Y nada como una situación difícil para demostrar la verdadera personalidad de alguien, y eso es lo que hacen los realizadores al convertir al espectador en testigo de tres momentos claves y específicos en la vida de Steve Jobs, los que dividen y determinan la estructura de la película: el anuncio de la Macintosh en 1984, el anuncio de la computadora Next en 1988, y el anuncio de la IMac en 1998. Siendo un poco más exacto, sitúan al espectador a menos de una hora previa a cada uno de esos eventos.
Puede que no suene muy dramático pero hay que tener en cuenta que aparte de los millones y millones de dólares que estaban en juego, también lo estaban el nombre del propio Steve Jobs y su visión sobre la tecnología. Y si a esto se le suma el hecho de que su situación actual, personal y laboral antes de cada una de esas presentaciones no le eran favorables, uno ya se puede ir imaginando la inmensa presión que tuvo que haber sentido.
En consecuencia, aquellos momentos detrás de escenarios de grandes auditorios son de pura tensión, la que se manifiesta a través del diálogo como vía de expresión más importante, y cuya intensidad hace que para nada uno extrañe escenas con más “acción”. Esto gracias a las magníficas interpretaciones de los actores (A1 en su mayoría): Jobs (Michael Fassbender) coordinando (en un constante tira y afloja) con su manager/mejor-amiga, Joanna Hoffman (Kate Winslet); Jobs respondiendo a los pedidos del otro co-fundador de Apple, Steve Wozniak (Seth Rogen, actor de mil comedias que sorprende en este rol dramático); Jobs aclarando las cosas con “el hombre que despidió a Steve Jobs de Apple”, John Sculley (Jeff Daniels). Además Jobs imponiendo su autoridad sobre uno de sus ingenieros, Jobs siendo confrontado por la madre de su hija, y Jobs lidiando lo mejor que puede con esta última en sus etapas como infante, niña y joven-adulta.
Las frases van y vienen, los personajes no dudan al hablar, prácticamente no hacen pausas, saben qué decir y lo que sale de sus bocas suele ser algo contundente. De repente los diálogos no suenen muy naturales a veces pero esto se compensa con el impacto causado. Y presente en toda esta energía y dinamismo, no visible en la pantalla pero bien representado por esas frases y palabras, el originario de estas: Aaron Sorkin, guionista de la película.
El predominio de estas interacciones es tal que, sumado al uso de espacios reducidos y limitados, en ocasiones da la sensación de estar contemplando una pieza teatral, aunque esta sensación se interrumpe, pero para bien, con flashbacks que matizan estas situaciones.
Justamente tal vez lo único que lamento de la película es cuando los diálogos se acaban por completo (minutos antes de que aparezcan los créditos) y se reemplazan por miradas, gestos y recuerdos acompañados con una música entre nostálgica y melancólica que en su conjunto hace que esos minutos no encajen bien con el tono general de la película. Un final demasiado condescendiente para con el espectador.
Tratándose de una película basada en hecho reales, siempre queda la duda de si las cosas pasaron en realidad así como uno las ve. En especial la coincidencia de que antes de cada uno de esos eventos siempre aparecieran los mismos personajes para tener que decirle algo a Steve Jobs. Tal vez fue sí, tal vez no. Se podría investigar al respecto pero ¿para qué? Si eso, la exactitud biográfica, no importa. Para los realizadores lo que importa es transmitir su visión de quién era Steve Jobs y lo logran a través de esos enfrentamientos verbales cuyos retadores se repiten con el tiempo porque es la mejor forma de medir su evolución, principalmente la de Jobs quien, no es difícil de suponer, tuvo que haber tenido una personalidad compleja para lograr que su visión de la tecnología trascendiera incluso más allá de ese mundo.

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domingo, 18 de febrero de 2018

Acerca de “El Largo Adiós” de Raymond Chandler



Confío en el detective Marlowe. Después de todo “El Largo Adiós” no es su primera “aventura” sino la sexta. Aunque sí la primera que leo de él. Así que decidí confiar en su experiencia acumulada, en su instinto desarrollado, para llegar a las deducciones descorcentantes que finalmente resuelven los misterios alrededor de la muerte de Terry Lennox, el segundo personaje más importante de esta novela.
Pero con “desconcertantes” no quiero decir “imposibles” porque no es así: las conjeturas de Marlowe tienen lógica y sentido y a la larga queda demostrado que son ciertas. Es su proceso de deducción lo que me desconcierta un poco porque muchas veces se vale de evidencias no muy concretas como conversaciones (aparentemente inocuas) o el comportamiento (sospechoso) de alguien.
Pura intuición. Sólo puede ser eso. Aunque yo me lo imagino más como un dolor de cabeza que se le presenta a Marlowe apenas sospecha de algo, y en esta metáfora el analgésico sólo puede ser la verdad, en cuya búsqueda Marlowe se convierte en el dolor de cabeza para otros: para quienes consideran que no hay nada más que investigar, o en especial, para quienes no quieren que se investigue más. Quiero decir: Terry Lennox se ha suicidado y en su carta de suicidio confiesa que ha sido él quien mató a su esposa, cansado de sus infidelidades. ¿Caso cerrado, no?. No para Marlowe, quien con las pocas semanas que lleva de conocerlo cree saber lo suficiente de él como para intuir que hay algo oculto en el asesinato de su esposa y en su supuesto suicidio. Y toma el caso sin que nadie se lo pida, sin que nadie lo contrate. Y lo toma por sus obsesivas actitudes de sabueso y ¿por amistad? Palabra fuerte tratándose de Marlowe, quien es de esos tipo duros que dan la sensación de no tener ningún amigo en este mundo. Pero alguna afinidad tuvo que haber habido entre él y Lennox que le sirviera de motivación extra para buscar un adiós definitivo a la memoria de aquel borracho al borde del desmayo con quien se topó a las afueras de un bar y que por caridad ayudó a llegar a casa. Solo que Marlowe no tenía idea del largo y complicado camino lleno de muertes y misterios que tendría que recorrer para dar por concluída ese capítulo de su vida, la despedida definitiva.
Y él es el narrador en todo ese recorrido, y su “voz” áspera, capaz de producir frases de antología, es fiel reflejo de su forma de ser cínica y recelosa. Curiosamente son estas características las que le dan un “encanto” especial a su personalidad  y que hacen que destaque por encima de otros personajes importantes, como los esposo Eileen y Roger Wade, una pareja de millonarios inconformes con lo mucho que tienen y que justamente por esta y otras frustraciones pasan la mayor parte del tiempo intoxicados por el abuso de algún tipo de sustancia. Afortunadamente para el lector, lo poco de interesante de sus personalidades se compensa y con creces por sus erráticas acciones al estar intoxicados produciendo situaciones confusas que no hacen más que sumar más crimen y misterio a la historia, haciéndola francamente adictiva.
Historia que no es difícil imaginar que transcurre en blanco y negro, o mejor dicho, en blanco y “noir”, con sus detectives, asesinatos y femme fatales, y con una más que agradable sensación de avance constante apoyada en la longitud de sus capítulos que te hace olvidar que estás ante una novela de 400 páginas. Qué vivan las novelas largas con capítulos cortos.

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domingo, 4 de febrero de 2018

Acerca de "Life Is Strange"



Poco tengo de qué quejarme de “Life Is Strange” (“LIS” de ahora en adelante). Dos cosas principalmente.
Primero es una secuencia a modo de alucinación cerca al final que repasa los eventos más importantes de la historia. Sirve bien como resumen y como medio de reflexión para el player acerca del impacto de sus decisiones (a través de Max, la protagonista del juego) en los otros personajes, pero es algo extenso y es tan poco lo que se puede hacer a nivel de jugabilidad que a uno lo pone impaciente. Si hubiera durado la mitad de lo que dura habría sido perfecto.
Segundo son las momentos en que el juego trata de arrancarte alguna lágrima a la “fuerza”, y con a la “fuerza” me refiero a situaciones en las que es obvio el intento de manipular las emociones del player mediante la combinación de circunstancias tristes con música melancólica y diálogos escritos a la par (e interpretados estos con un tono un poco melodramático).
Pero es a partir de esta segunda queja que empiezan los elogios y es que afortunadamente aquellos momentos son pocos; la mayor parte del tiempo el drama de la historia es bien manejado. Y esto fue un gran alivio para mí porque lo único que sabía de “LIS” antes de empezar a jugarlo era su fama de “lacrimógeno”.
Ahora puedo decir que eso es una exageración, aunque al comienzo tuve mis dudas: parecía que la historia sería la de unos jóvenes recién salidos de la adolescencia que van a la misma escuela y que viven desesperados (hasta la angustia, depresión y autodestrucción) por encontrar su lugar en el mundo; cuando en realidad la historia es, pues, todo lo anterior... pero más, y eso es importante porque ese más son, otra vez, dos cosas. Primero, algo que se establece con la sospecha de una posible relación entre la antigua desaparición de una estudiante de esa escuela con el reciente (¿intento de?) suicidio de otra, es un competente thriller con sus misterios, búsqueda de pistas, crímenes y hasta un asesino en serie. Y segundo es ciencia ficción porque Max, la protagonista, puede (con límites) retroceder el tiempo o viajar a puntos específicos del pasado, y con este poder, y con toda la buena intención del mundo, tratará de hacer lo correcto, solo que el concepto de “correcto” se irá distorsionando cuando la teoría del caos y el efecto mariposa (no trato de sonar inteligente: ambos conceptos se mencionan explícitamente durante el juego) empiezan a afectar a sus seres queridos (principalmente a su mejor amiga y segundo personaje más importante, Zoe) y a la larga, a la ciudad entera.
Y claro, si la protagonista puede manipular el tiempo, eso quiere decir que es el player quien realmente lo controla y esta es la piedra angular del gameplay y lo que hace diferente a esta aventura gráfica de otras. Como tal, por supuesto, hay mucho diálogo y muchas opciones de cómo continuar con una conversación. Afortunadamente no hay temporizadores que te apuren a tomar una de esas decisiones, pero lo que sí hay es que, una vez decidido algo, el player tiene la oportunidad de arrepentirse, retroceder en el tiempo y escoger otra opción. Pareciera que se le diera demasiada ventaja pero es que el 90% de las veces no existe una respuesta correcta o incorrecta: la historia simplemente se va adaptando a las decisiones que se van tomando. Tampoco hay riesgo de muerte súbitas productos de “quick time events” porque estos, tan típicos en estas aventuras, no están presentes en “LIS”. Ni siquiera hay un “game over” tradicional. Lo más parecido son situaciones en las que el player no puede seguir avanzando con la historia porque interacciones previas de la protagonista con lo que tiene alrededor, personas u objetos, no se han hecho en el orden correcto; en ese caso no queda más que retroceder en el tiempo, estar atento a lo que está sucediendo, y volver a tratar. Esta mecánica cae a pelo especialmente en los momentos en los que Max y Zoe realizan labores detectivescas de busqueda de información y de deducción, algo fundamental para ir resolviendo los distintos enigmas del lado thriller de la historia.
Hacer comparaciones es siempre odioso pero siento que debo decir que si “Game Of Thrones” de Telltale Games (un juego del mismo género) me gustó mucho, pues “LIS”, con su mejor balance entre narrativa y gameplay, me gustó mucho más. Dicho esto, ya muero de ganas por jugar su secuela que desde hace no mucho ya está disponible: “Before The Storm”.

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