sábado, 13 de mayo de 2017

Acerca del amor, Raymond Carver y Gordon Lish



“Birdman”. Qué buena película: el argumento, la actuación de Michael Keaton, la simulada toma continua desde el inicio hasta el final… Y como si todo eso no fuera poco, la referencia a uno de mis escritores favoritos: Raymond Carver. Recordarás que la trama gira en torno a la puesta en escena de “De Qué Hablamos Cuando Hablamos De Amor”; una adaptación al teatro, con su mismo título, de uno de sus cuentos más conocidos. Bueno, eso de “mismo título” es un asunto algo complicado…
A su vez la trama del cuento gira en torno a dos matrimonios que se reúnen en la casa de uno de ellos simplemente para tomar unos tragos y conversar, hasta que de pronto, casi sin darse cuenta, empiezan a hablar sobre el amor. La pareja visitante la conforman Laura y Nick (el narrador), y los dueños de casa son Teresa y su esposo Mel. ¿”Mel”? ¿No querré decir “Herb”? Bueno, esto también es un asunto algo complicado…
Y es adonde quiero llegar.
Ambas complicaciones se resuelven dependiendo de la fuente, es decir, de a qué versión del cuento de Carver se haga referencia. Porque hay dos. La original de Carver mismo, y la alterada por su editor (en el tiempo de su publicación), Gordon Lish.
De arranque los títulos son distintos pero este punto lo quiero dejar para más adelante.
Porque sí, Lish hasta le cambió el título en su edición, que, grosso modo, se diferencia de la del autor por ser la mitad de extensa. O sea que le metió harta tijera al manuscrito de Carver. Bueno, tijera, parche y remiendo porque habiendo decidido imponerle un estilo breve (en todo sentido) al cuento, suprimiendole páginas y párrafos enteros, es lógico que, para evitar que la historia en general quedase incompleta o incoherente, tuviera que a lo restante hacerle modificaciones que van desde la “simple” re-escritura de frases hasta cambios en algunos sucesos en la historia. Lo que no es tan lógico es el cambio de nombres de algunos de los personajes, como el del esposo de Teresa: Mel, originalmente llamado Herb, porque para nada es algo que influye en el desarrollo del cuento, a menos que simplemente no le hayan gustado los que se utilizaron en el manuscrito.
Pero no es que tampoco Lish se haya adueñado del trabajo de su asociado, haciéndole cambios y publicándolo luego con su propio nombre. No, esto no fue así. La autoría de Carver siempre se respetó, y en sí la esencia del cuento también. Es finalmente una cuestión de “sabores”, el mismo plato de comida servido por diferentes sucursales del mismo restaurante.
La narración inicia más o menos igual en ambos cuentos, con la descripción del contexto y la presentación de los personajes. Pasada esta introducción viene la primera parte en donde lo más importante no cambia: la pareja dueña de casa, en un primer intento de definir al amor, cuentan la historia del celoso, obsesivo y autodestructivo ex esposo  de Teresa. Y la primera de varias preguntas a lo largo de toda la conversación caerá (así como las que vendrán más adelante) por su propio peso: ¿era realmente amor lo que el ex sentía por Teresa?
Es en la segunda parte donde están las mayores diferencias. La premisa es la misma: el esposo de Teresa, cardiólogo, empieza a contar la historia de un matrimonio de ancianos que llegan muy graves al hospital donde él trabaja tras haber sufrido un terrible accidente de tránsito. Luego de exitosas operaciones y procedimientos para salvarles la vida, ambos ancianos quedan prácticamente enyesados de pies a cabeza pero a salvo.
En la versión de Lish a los ancianos se les asigna la misma habitación en el hospital y desde ahí inician su recuperación. Mel (porque es así como Lish nombra al cardiólogo) en sus visitas notaría que el esposo sufría de una depresión que iba más allá del accidente en sí. El anciano, inmovilizado, le revelaría luego que le rompía el corazón el no poder girar la cabeza para ver a su mujer, la que está ahí nomás a su costado. Y con esta revelación que asombra a su esposa e invitados, Mel termina con la historia de los ancianos, que por su brevedad más que historia parece anécdota y es tan anecdótica que Lish no cree necesario mencionar para nada, en ningún momento, los nombres de los ancianos.
En el original de Carver los ancianos se llaman Henry y Anna, y el cardiólogo, Herb. Herb cuenta que aquella pareja inicia su recuperación en habitaciones separadas y que el marido se deprimiría también por no poder ver a su mujer, sólo que esta versión de la revelación no es tan impactante como la otra debido a que su mujer no está a su lado. Pero en “compensación” Carver ofrece algo que pienso yo es más significativo y emotivo, y es el reencuentro de los ancianos cuando, luego de varias semanas, finalmente se les reúne en la misma habitación desde donde continuarían su recuperación.
Muchísimos años de casados y aún preocupados el uno por el otro, ¿eso sí tiene que ser amor verdadero, no?
Tanto Lish como Carver tienen éxito contando esta sub-historia, proceso que bien refleja lo que buscan con todo el cuento en general: Lish el efectismo y Carver lo sustancial.
No hay lo que se podría decir una tercera parte en la versión de Lish. Sí en la de Carver y es una especie de continuación directa de la primera parte pues Teresa, aprovechando que su marido había ido a la ducha para despejarse un poco la mente (todos en este punto ya están medio afectados por el alcohol) les cuenta a Nick y a Laura más detalles de su relación pasada con su abusivo ex esposo y les revela sus sentimientos encontrados hacia él. ¿Es amor lo que ella siente?.
El final es el mismo con Nick entre distraído y reflexivo (muchísimo más distraído y reflexivo en el original de Carver) viendo a través de una ventana.
Como siempre es una cuestión de gustos. Siguiendo con la analogía de la comida y el restaurante, ambas propuestas son poco menos que excelentes pero yo prefiero lo “servido” por Carver porque no sólo me deja un mejor sabor de boca sino que además es un gusto que perdura más.
Ahora sí, de vuelta al título. O mejor dicho, los títulos. Porque como ya dije, depende de la versión: “Principiantes” en el caso de Carver, y “De Qué Hablamos Cuando Hablamos De Amor” en el de Lish. Pero tienen en común de que ambos salen de la boca del mismo personaje, el esposo de Teresa (declaraciones presentes en los dos cuentos pero con ligeras variaciones). Del original de Carver:
“-¿Qué sabemos cualquiera de nosotros del amor?-dijo Herb-. Y lo estoy diciendo completamente en serio, si me perdonan la franqueza. Porque me da la impresión de que, en el amor, no somos más que unos completos principiantes”.
De la edición de Lish (más adelante en el desarrollo de la historia):
“-Iba a contarles algo-empezó Mel-. Bueno, iba a demostrar algo. Verán: sucedió hace unos meses, pero sigue sucediendo en este mismo instante, y es algo que debería hacer que nos avergoncemos cuando hablamos como si supiéramos de qué hablamos cuando hablamos de amor”.
Y mejor título, imposible. Es en lo único, para mí, que la versión de Lish supera a la de Carver. No sólo es poderoso, contundente y memorable, sino que además se presta muy bien para el parafraseo, como lo hizo Haruki Murakami (quien es el traductor oficial de Carver al japonés) en los títulos de sus obras “De Qué Hablo Cuando Hablo De Correr” y su más reciente “De Qué Hablo Cuando Hablo De Escribir”.
Pero más allá de mis gustos, históricamente hablando, es la versión de Lish la que se impone por una simple razón: se publicó antes, mucho antes, que la de Carver. Fue en 1981 que salió a la luz, en un tomo del mismo nombre, reunido con otros 16 cuentos que, dicho sea de paso, también pasaron por la nada sutil tijera de Lish. Y fue un libro aclamado por la crítica. Recién en el 2009 se publicaría la misma colección con los originales de Carver respetando el título del cuento y de la colección, “Principiantes”, pero que, al contrario de su antecesora, pasó un poco desapercibida no por su calidad sino por el contexto: Carver había fallecido en 1988 y su relevancia no era tanta como en los años 80.
Se sabe que los editores pueden influenciar en el proceso creativo de un escritor, pero no sé de otro caso como éste. Recuerdo cartas de un editor a Truman Capote pidiéndole cambios en algunos de sus manuscritos (aunque por lo general era Capote quien tenía la última palabra), y cartas también de Julio Cortázar al suyo respondiéndole irritado al pedido de agregar o quitar líneas a sus textos, pero no por un tema subjetivo sino para que los párrafos encajaran lo mejor posible en cada página del libro que estaba por imprimirse.
Análisis como éste (aunque llamarle “análisis” a este repertorio de ideas tal vez sea demasiado) se podría hacer con todos y cada uno de los otros cuentos de la colección comparando los textos originales con sus contrapartes editadas, así como también se podría profundizar más en la relación Carver-Lish, pero eso ya es trabajo de los críticos literarios de verdad. Yo en esto, como en el título y en todo lo demás, no soy más que otro principiante.


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domingo, 7 de mayo de 2017

Acerca de Hollywood y Tennessee Williams



Las cosas no le están saliendo bien a Mitch en su cita con Blanche y no todo es necesariamente por su culpa. En lo que va de la noche, Blanche ha parecido estar distraída la mayor parte del tiempo y sólo se ha alegrado las veces que ha querido esquivar algún tema o pregunta, como cuando Mitch le pidió permiso para darle un beso. Ella le respondió sin decirle que sí o que no, y él, respetuoso y paciente como siempre, no insistió. Pero luego, mientras a modo de juego la alzaba en brazos para adivinar su peso, ya no pudo contenerse más y entonces trató besarla a la fuerza. Blanche se resistió y empezaron a forcejear. Sólo haciéndole recordar lo caballero que le había parecido desde que se conocieron (un par de semanas atrás), Blanche logró que Mitch la soltara. Por eso ahora los dos están incómodos y algo alejados el uno del otro en ese muelle donde transcurre su cita. Poco a poco vuelven conversar. Dudando, Mitch se le acerca y le pregunta cuántos años tiene (ella parece de treinta y tantos, y él de cuarenta por lo menos). Blanche no entiende, cree que esa pregunta está fuera de lugar. Mitch le explica que más que suya esa duda es de su madre: una mujer enferma que lo único que desea antes de morir es ver a su hijo bien establecido. Blanche siente y comprende la tristeza con la que Mitch habla. Le dice que sabe lo que es perder a un ser querido: su esposo con quien se había casado a los 16 años, y le confiesa “yo lo maté”. Mitch no dice nada y simplemente deja que ella siga contando su historia. Blanche trata de explicar algo que ni siquiera ella entiende: ¿por qué le gustaba tanto aquel hombre?, ¿cómo había sido posible que llegara a amarlo? Si en realidad no se trataba más que de una persona débil, cobarde y mediocre, alguien que lloraba en las noches al no saber qué hacer con su vida. Lo amaba, sí, pero, contradictoriamente, y en secreto, lo detestaba también. Hasta que llegó el día que ya no pudo ocultar más ese secreto, y en un baile se lo dijo: “te desprecio”, y lo hizo de tal forma que no dejó dudas. Él salió corriendo. Minutos después todos en ese baile, incluido ella, escucharon un disparo. Su esposo se había suicidado. Blanche deja de recordar y queda en silencio, sollozando. De inmediato Mitch la abraza y le dice que ambos se necesitan el uno al otro y finalmente se besan.
Termina la escena y empieza la siguiente con Mitch y Stanley peleando en una fábrica, pero yo me distraigo: “¿en serio se mató sólo por eso?” pienso no creyéndole completamente a Blanche porque, uno: se me hace difícil imaginarme a alguien matándose por una razón así; dos: viéndola a ella es obvio que no está del todo bien de la cabeza. Supongo que tal vez más adelante en la película se revelaran más cosas y me concentró otra vez en “Un Tranvía Llamado Deseo”.  
Cuarenta y cinco minutos después, Stanley llama desesperado a su esposa con el grito de “¡Stella! ¡Stella!”, y sale el mensaje “The End”. Sobre aquel suicidio no se dijo más pero yo quedo con la sospecha de que hay algo oculto al respecto. Busco en Wikipedia sabiendo sólo lo básico, que la película está basada en una obra de teatro escrita por Tennessee Williams, y encuentro la información que aclara mis dudas: en la obra original el esposo era homosexual, ese era su secreto, y Blanche, luego de descubrirlo, lo despreció por ello. La censura de la época (la película es de 1951) se había encargado de disfrazar ese tema y otros para la adaptación al cine.
No mucho después vi otra adaptación al cine de otra obra de Tennessee Williams, “La Gata Sobre El Tejado De Zinc” (1958), y me topé con esta escena: Maggie, la bella esposa del protagonista, vestida sólo con ropa interior, prácticamente le suplica a su esposo, Brick, que le haga el amor pero él actúa como si le tuviera asco, prefiere seguir bebiendo whisky y ella responsabiliza de esa crisis matrimonial a Skipper, un amigo fallecido de él. En ese momento no se dan más detalles y se plantea el misterio: ¿qué pasó con Skipper? El misterio se revela en la escena en la que el padre de Brick los confronta. Parece que él mismo tiene sus dudas e insinúa, basándose en algunos rumores, que la relación entre Brick y Skipper era extraña. Brick se defiende exclamando que Skipper y él eran grandes amigos y nada más. Maggie interviene y la conversación se va poniendo cada vez más tensa así como poco a poco se van descubriendo las circunstancias en las que ocurrió aquella muerte: además de que Skipper era su mejor amigo, Brick siempre lo había admirado y visto como a un héroe, por ello no soportó escucharlo un día por teléfono llorando y acobardado ante un problema. El espectador nunca se enterará en qué consistía ese problema porque Brick no quiso saberlo o, mejor dicho, no quiso escuchar la confirmación de su sospecha y de lo que se trataba todo aquello, que Skipper y su esposa Maggie habían tenido una aventura. Y colgó el teléfono negándole cualquier comunicación a su amigo. Skipper se suicidó y Brick le echó la culpa a su esposa (quien negaría cualquier acusación) tanto como a sí mismo, y ese era el sentimiento que lo perturbaba.
Ahora el que tenía sospechas era yo, en especial luego de saber algunos de los pormenores en la adaptación de “Un Tranvía Llamado Deseo”. Sentí que otra vez Hollywood, forzado por la censura de la época, me estaba ocultando algo. Y así fue. Lo que originalmente escribió Tennessee Williams fue que Skipper se había suicidado luego de ser rechazado sentimentalmente por Brick, a pesar de que éste no estaba del todo seguro de sus propios sentimientos y sexualidad.
De todas formas, ambas películas no dejan de ser unos clásicos del cine que al menos por curiosidad deberían ser vistos al menos una vez.
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lunes, 1 de mayo de 2017

Acerca del Xiaomi Redmi Note 3 Pro y el Asus Zenfone 2



Un Motorola Moto G fue mi teléfono durante todo el 2015 y fue un dispositivo que me gustaba bastante, pero eventualmente sus 8 GB y 1 GB de memoria interna y RAM respectivamente me quedaron muy cortos.
Curiosamente son estos dos aspectos los que principalmente me han motivado a renovar mi equipo. Al Moto G le sucedió, el 2016, un Asus Zenfone 2 (ZE551ML) de 16 GB de memoria interna y 2 GB de memoria RAM. Y a éste le siguió, este 2017, mi actual Xiaomi Redmi Note 3 Pro (abreviado: RN3 Pro) con 32 GB de interna y 3 GB de RAM.
Otra diferencia importante de mis dos últimos smartphones con respecto al Moto G es el tamaño de la pantalla. Pasé de una de 4.5 pulgadas, que me parecía lo “normal” en su momento, a una “enorme” de 5.5. Fue un riesgo. Tenía el temor de no acostumbrarme pero mi experiencia con este mayor tamaño ha sido genial: para ver YouTube, Netflix, XVideos; para jugar; para leer libros digitales (que son mucho más baratos que los físicos); y en especial para escribir, cosa que hago caminando las 40 cuadras de regreso del trabajo. Las 5.5 pulgadas se volvieron mi actual “normal” y por eso fue un punto a favor del RN3 Pro al momento de decidirme por él: una pantalla casi idéntica a la del Zenfone 2  (5.5 pulgadas, Full HD, tecnología IPS LCD) pero un poco más brillante. Lo mejor es que en estos teléfonos, a diferencia del Moto G, no hay botones que le “roben” espacio a la pantalla.
Como te habrás dado cuenta no soy un usuario exigente. Todos los modelos mencionados son de gama media. Y es que no necesito más.
Tanto mi teléfono de este año como el del anterior, ya dejando de lado al Moto G, ejecutan prácticamente sin lags el juego GTA Vice City con sus gráficos en alta calidad. Obviamente, el poder extra en procesamiento, video y ram del RN3 Pro hacen que la experiencia sea más fluida que en el Zenfone de 2. Ambos cuentan con la tecnología OTG así que con el cable adecuado (que cuesta menos de 10 soles) podrás conectar tu mando USB de PC a estos teléfonos y disfrutar como se debe el juego antes mencionado así como jugar con emuladores. Que puedan con un juego exigente en recursos como GTA Vice City es un buen indicio de lo que estos smartphones pueden rendir.
El poderío extra del RN3 Pro se manifiesta también en la gestión de todas las aplicaciones en general y esto se nota más en su multitarea que es más rápida y eficiente que la del Zenfone 2. En éste último tuve que disciplinarme y estar atento a tener solo 10 aplicaciones “prendidas” a la vez, porque más que eso hacía que la multitarea se pusiera lenta.
La experiencia multimedia es casi la misma en ambas, en especial cuando el audio está saliendo del único parlante trasero con el que los dos teléfonos cuentan, con una calidad, volumen y claridad pareja y suficiente. Es con audífonos que el RN3 Pro sale victorioso pero no por la calidad en sí, que es la misma para mis oídos inexpertos, sino gracias a las múltiples configuraciones con las que cuenta. Para igualar este aspecto con un Zenfone 2 y sus básicas opciones es necesario instalarle un ecualizador aparte desde la Play Store.
Por cierto, si quieres escuchar música mientras tomas un baño hazlo a través de un parlante Bluetooth; no lleves ninguno de estos teléfonos contigo porque no cuentan con protección al agua y de ningún otro tipo parecido.
Pero no en todo es superior el RN3 Pro al Zenfone 2. Por más que lo intenté no pude acostumbrarme al UI del primero, MIUI, por ser demasiado parecido al de un IPhone (ambos no tienen caja de aplicaciones por ejemplo), así que finalmente le instalé Nova Launcher y no pienso regresar a la opción de fábrica. En cambio el UI del Zenfone 2, Zen UI, aunque no me gustó al comienzo, sus múltiples opciones de personalización me terminaron convenciendo de no reemplazarlo por otro.
La cámara del Zenfone 2 también es superior al del RN3 Pro. O al menos es lo que le parece a mi ojo poco entrenado. Aunque no es mucha la diferencia. Ninguna de las dos cámaras es sobresaliente, cumplen con sus funciones y punto, pero es más agradable hacerlo desde la aplicación más completa del Zenfone 2. De todas formas la cámara es tal vez lo que menos uso de un teléfono (No, no tengo Instagram).
Nunca utilicé el chip NFC del Zenfone 2. Nunca tuve la oportunidad de hacerlo y eso no ha cambiado ahora, así que es una ausencia en el RN3 Pro que no extraño para nada. Cosas como WI-FI y Bluetooth son casi estándar en cualquier smartphone estos días y estos modelos no son la excepción, y funcionan sin problemas.
Cuentan también con capacidad doble sim (aunque sólo ando con uno) y soportan todas la bandas 4G de Movistar y Claro. Pero, mientras que en el Zenfone 2, donde puedes quitar la tapa trasera, tienes slots para cada sim y para la tarjeta SD (de hasta 256 GB), en el RN3 Pro todos sus slots están en una pequeña bandeja extraíble sólo con una aguja extractora (porque este modelo no se puede “destapar”) y debido al poco espacio sólo se puede instalar a la vez los dos sim o sólo una sim con la tarjeta SD (de hasta 256 GB también); nunca las tres juntas.  
Lo que ya no es estándar, es más: está casi desapareciendo, es la Radio FM; afortunadamente tanto el Zenfone 2 como el RN3 Pro cuentan con sus antenas internas. Dudo que alguna vez compre algún teléfono que no venga con radio.
El Zenfone 2 me costó menos de 800 soles por Mercado Libre a inicios del 2016.  Ahora debería estar mucho menos y así por supuesto aún es una buena opción. El RN3 Pro está menos de 900 también en Mercado Libre; excelente precio porque lo que ofrece pero hay más… un lector de huellas que desbloquea el equipo en 2 segundos: veloz para mí, un novato con estos lectores (sé que en otros dispositivos esto es cuestión de microsegundos). Y para los descuidados con sus controles remotos para tv como yo: un sensor infrarojo que te permitirá usar tu teléfono como control remoto. Reconoció la TV Samsung de mi cuarto de inmediato.

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