martes, 14 de mayo de 2019

Acerca de “Mujeres” de Charles Bukowski




Lo primero que pensé al terminar “Mujeres” de Charles Bukowski fue “bien por ti, Hank, bien por ti” como quien se alegra al escuchar una buena noticia acerca de alguien que aprecia. Lo que es lógico porque aprecio a Hank, quien es a su vez Charles Bukowski (el autor) y Henry Chinasky (el protagonista, alter-ego del autor). Sueno enredado, pues enredando más las cosas va esto: “Hank” es diminutivo de “Henry” y el nombre completo del autor es Henry Charles Bukowsky Jr. (tal cual está en su tumba)… Por eso mejor lo dejo en “Hank”, asumiendo además que la novela, como casi todo lo que ha escrito, es al menos 90% autobiográfico, o sea que finalmente me voy a estar refiriendo siempre a la misma persona.
Decía que me alegraba por Hank porque lo aprecio, y es así desde las primeros relatos que leí de él hace unos 9 años y es un sentimiento que no ha hecho más que consolidarse con cada subsecuente lectura de su narrativa. Para el 2017 ya me había leído todo lo que Anagrama había publicado de él en sus compactas y coloridas ediciones, lo que creo es la suma de todos sus relatos y novelas, así que luego de darle un descanso me decidí reciéntemente por una relectura de esos libros, empezando por “Mujeres” (ya llegaré a su poesía en otro momento). No recuerdo exáctamente que pensé la primera vez que terminé de leerla pero ahora sí lo tengo claro, y es que luego de saber lo miserable que fue su niñez con un padre abusivo, una adolescencia con una crisis de acné en el rostro, una juventud y posterior adultez plena de trabajos insatisfactorios, de aspiraciones literarias que parecían nunca llegar a algún lado, y con una escasez de mujeres, luego de saber todo eso no pude más que alegrarme de que la suerte le empezara a sonreír,  por fin, con medio siglo de edad. “Tenía 50 años...” lo dice él mismo en la primera línea de la novela.
“... y no me había acostado con una mujer desde hacía 4” continúa y concluye antes del primer punto. Y vaya que el Hank de esa primera línea no se imagina de cómo y en qué magnitud se revertirá  esa sequía, ni yo me imaginaba tampoco que me iban a faltar dedos, tanto de manos y pies, para contar el número de mujeres con las que se iba a involucrar, por eso me increpo a mí mismo el haber dudado de la simpleza del título la primera vez que lo descubrí, cuando en realidad “Mujeres” es el mejor y único título posible para estas 300 y tantas páginas.
Pero todas esas mujeres fueron síntoma de algo más importante: éxito, y qué mejor éxito que del tipo relacionado a la realización de tu mayor pasión, en el caso de Hank: la literatura. Aunque todavía lejos de la fama que gozaría posteriormente, el Hank de “Mujeres” ya es un reconocido escritor cuya incipiente carrera literaria le permite ganar suficiente dinero como para pagar el alquiler de su humilde departamento y asegurar que nunca le falte alcohol, cigarrillos, y gasolina, y también para consentir en modesta medida a sus mujeres. No es todavía la fama de quien es reconocido y rodeado en la calle por gente en busca de un autógrafo, pero ya tiene la categoría de autor de culto, escritor maldito, poeta underground, siendo justamente la poesía su principal nave de batalla, con una fanaticada que abarrota los sitios que lo contratan para que leyera sus poemas, sitios que van desde bares de mala muerte hasta auditorios de universidades, de Los Ángeles (su ciudad de residencia) y de otras ciudades de los Estados Unidos y Canadá, recitales que se hacen inolvidables dependiendo de la cantidad de alcohol que tiene en la sangre, donde no solo la poesía resuena sino también los intercambios a toda voz con el público, desde comentarios graciosos hasta insultos, pero como sea, al final el público queda más que satisfecho, y Hank también aunque muchas veces la borrachera le haga olvidar todo lo ocurrido.
Mientras su fama crecía las mujeres empezaron a llegar. Todas fans. Unas se introducían en su vida acercándosele luego de sus lecturas, unas le mandaban cartas, otras no dudaban en usar el teléfono (para un antisocial como él supongo que esa era la única ventaja de mantener su nombre en la guía telefónica), otras sin previo aviso se aparecían en la puerta de su departamento en el medio de la noche. Hank no tenía que dar ninguna especie de primer paso.  Esa era la parte fácil, la difícil: mantenerlas cerca, o alejarlas, dependiendo del caso.
Porque claro, estaban las que iban y venían sin dejar huella, cuya ligereza de sus historias le permiten a uno excitarse (con lo explícito y vulgar que puede ser Hank) sin sentirse culpable, a su vez que asombrarse de cómo es que nadie contrajera una enfermedad venérea o se produjera algún embarazo con tanto sexo sin protección. Pero también estaban las que llegaban para perdurar, si no física entonces emocionalmente, o viceversa, o ambas… dicho de otra forma, las cosas se volvían complicadas porque ahora se daba la situación en la que las expectativas de nadie parecía coincidir: ¿una relación basada en el amor o sólo en el sexo? ¿una relación comprometida o casual? ¿qué es lo que buscaba cada uno de los involucrados? Nadie se ponía de acuerdo. Y en el centro Hank, apático a veces, apasionado otras, quien sufre y hace sufrir, quien si antes padecía para sobrevivir el día a día o para lograr llamar la atención de editores, ahora, superado aquello, padece para mantener el equilibrio de ese aspecto de su vida afectada por el éxito, una vida sentimental desbordada por la presencia en paralelo de tantas mujeres. Puede que suene a un problema “envidiable” pero nada de eso: las cosas se ponen crudas con los celos, las peleas, los llantos, los intentos de suicidio... Son elementos, más otros como el alcohol y otras sustancias que parecen nunca acabarse, que hacen al caos, en mayor o menor medida, una presencia constante.
Así que no se crea que esto es un monótono y secuencial anecdotario de aventuras sexuales. Hay profundidad por debajo de la prosa directa y aparentemente simple (pero bien articulada) de Hank y hay en especial un magnífico manejo de la tensión, del drama y también del humor. En otras palabras acá hay arte y Charles Bukowski como artista de las letras está entre los grandes.

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