Venía leyendo la obra a un capítulo por día, o sea, más o menos, unas 50 páginas diarias, siempre en las mañanas, y ese día se suponía que no iba a ser la excepción. Pero llegó la noche y, luego de haber mandado al demonio todo lo que interrumpiera mi lectura, ya había leído las 200 páginas de los 4 capítulos restantes y me había acabado el libro.
Así de buena resultó “Hombres Buenos” de Arturo Pérez-Reverte. Aunque, malinterpretando mis palabras, alguien podría concluir que lo realmente bueno son esos últimos 4 capítulos. Si no ¿por qué no se me presentaron esas ganas compulsivas de leer antes?
Porque toda narración tiene su ritmo y desarrollo. Por ahora que quede claro que la novela me enganchó incluso desde antes de su inicio en sí, en las páginas que anteceden al primer capítulo. ¿La introducción? No porque esas páginas no lo son. Es más, son prescindibles; uno podría saltárselas y no perdería nada que no vuelva a suceder más adelante. Están ahí con el único propósito de causarle intriga al lector: el autor, sin revelar detalles importantes, describe los momentos previos a un duelo de espadas en un París del siglo 18. ¿Quiénes son esos duelistas? ¿A qué se debe el duelo? ¿Quiénes los rodean? ¿Quién ganará? Listo, gancho establecido. A seguir leyendo…
Como ya dije, esto es Europa en el siglo 18. Dos miembros de la Real Academia de la Lengua Española parten, en nombre de su institución, de un Madrid conservador (la Santa Inquisición sigue vigente) hacia un París liberal y pre-revolucionario, en busca de los 28 tomos que conforman una enciclopedia escrita por los pensadores franceses más destacados de su tiempo. Hasta aquí suena a algo de lo más burocrático. ¿El problema? La enciclopedia está prohibida en ambos países por contener ideas que se consideran sacrílegas y herejes. Es entonces un viaje oficial a medias, porque si bien los dos académicos españoles cuentan con todos los permisos correspondientes, se trata de una obra que no se puede conseguir en ninguna librería autorizada así que van a tener que comerciar dentro un submundo de libreros clandestinos y de colecciones privadas.
Puede que no lo parezca pero esta, aparte de histórica con personajes y hechos reales, es una clásica novela de aventuras. Además de la época y lugares cuenta con otros elementos típicos del género: personajes que cumplen bien el rol de héroes y de villanos, mujeres que despiertan pasiones, violencia, cuestiones de honor y orgullo… Y es precisamente un orgullo herido el que propicia el duelo ya anticipado, el cual marca el inicio del último tramo de la novela, exactamente el último tercio, llena de acción trepidante y de emociones. Fue a partir de este punto que ya no pude parar de leer.
Los dos tercios previos son el largo preámbulo a toda esa acción, si bien con menos adrenalina, compensa la falta de ésta con una tensión creciente y una suficiente generación de expectativa al final de cada capítulo. Lo compensa además con la forma dinámica de establecer el contexto histórico: siendo pocas y breves las descripciones tipo de un libro de historia, son los personajes a través de sus conversaciones, acciones e interacciones los que dan mayor cuenta de lo que viene sucediendo en España, Francia y en el mundo occidental en general; y dan cuenta también de la fascinante confrontación ideológica que se está dando en el los círculos intelectuales y que en un futuro no tan lejano desencadenará en eventos como la revolución francesa o el fin del poder de la iglesia Católica.
Dije que esto es una novela de aventura y es verdad, lo que he venido describiendo lo es, pero sería impreciso decir lo mismo de “Hombres Buenos” cuando en realidad es un libro que contiene a esta novela y, acompañandola, entremezclándose con ella, la narración del autor acerca de su elaboración; un “detrás de cámara” por así decirlo. Es meticulosa la forma en que Pérez-Reverte estructura toda la obra para que haya un perfecto balance entre ambas narrativas. Ningún pasaje se siente al azar, de sobra, o mal puesto. Incluso esas primeras páginas antes del primer capítulo: creo que el autor, consciente que las partes más emocionantes pueden tardar un poco en llegar, adrede plantea el duelo al inicio del libro, como una promesa a largo plazo al lector.
Cuando acabé de leer “Hombres Buenos” de inmediato empecé a caminar y a dar vueltas por mi habitación repasando mentalmente sus momentos más memorables. No podía evitarlo. La emoción me impedía mantenerme sentado. Fue la misma emoción que sentí en mi adolescencia luego de mis primeras lecturas de las magníficas aventuras de Sherlock Holmes.
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